lunes, 7 de agosto de 2017

CANCER: ¿Lección de muerte o de vida?


Jueves, acababa de regresar de un viaje de trabajo de tres días al Sur de México, estaba algo cansada pero tenía programada una cita con el Oncólogo. No es fácil pararse ahí, el ambiente siempre es frío y tus compañeros de sala de espera son generalmente personas con un cáncer muy avanzado. Yo había tenido suerte, hace dos años mi melanoma1 fue detectado en etapa II por lo que mi expectativa de vida se resumía en detectar de forma temprana una recaída. Fui con la secretaria y le entregué como cada revisión, el resultado de los estudios que con periodicidad me son indicados. Vi de reojo mi expediente, la indicación mencionaba “En vigilancia”. Era una buena noticia dentro de todo, significaba que mi salud estaba bien y que solo debía preocuparme por poner atención para actuar rápido si algo no iba bien. Volví a sentarme y salió del consultorio la paciente que estaba antes que yo en la lista, una señora mayor creo, aunque no sé qué tan grande era, su quimioterapia seguramente había acabado con sus cabellos y aunque tuviera 35 años, para mi parecería como alguien de 60. Me sonrió levemente, a veces pienso que no necesitamos hablar, sabemos que tenemos miedo pero nos sonreímos como diciendo “Entiendo perfectamente lo que estás pasando”. Era mi turno y esta vez no había ido sola, David mi esposo me acompañó. La mayoría de las ocasiones prefiero ir por mi cuenta ya que así quien sea que esté a mi lado, no tiene que vivir el estrés de entrar ahí y esperar no escuchar algún mal diagnóstico. Pero en esta ocasión David se ofreció a ir conmigo, no me negué y pensé que sería bueno él también escuchara los avances e indicaciones.
Todo transcurrió con normalidad, revisamos los estudios de sangre, los cd’s con los ecos y radiografías. Estaba limpia aún… siendo el linfedema2 el único rastro de aquella enfermedad, el cual sabía que no tenía cura pero ya con dos años me había acostumbrado a vivir con él, solo que en ocasiones sí extraño los tacones altos y estilizados, la hinchazón que me provoca esa enfermedad me permite solo usarlos unas pocas horas antes de que mi piel salga por todos lados. El doctor me preguntó cuándo había sido mi último PET-CT3 (yo llamo a ese estudio el “Túnel del Tiempo” ya que es una tomografía donde me inyectan líquido radioactivo y me meten a un túnel  durante media hora sin poder mover ni un musculo, ¡el tiempo pasa sumamente lento ahí!), le dije que hacía un año y medio, así que me dijo “Ok, es hora de programar el siguiente… aún estas con tu aseguradora de siempre ¿verdad?”… La verdad era que no, había cambiado de trabajo y por cláusulas inamovibles de las compañías de seguros, solo me cubrirían mi padecimiento dos años más o un millón de pesos (lo que sucediera primero). Cuando yo supe de estas letras pequeñas, primero me preocupé un poco, pero luego me tranquilicé pensando que como ya habían pasado dos años, seguramente una recaída sería aún menos probables y aunque así fuera, lo detectaría a tiempo y sería “barato” atacarlo con una operación. Le dije esto a mi doctor con toda la seguridad del mundo pero él no pareció estar contento con mi racional de “lo tengo todo bajo control”. “El tratamiento del melanoma reincidente es de 400mil pesos al mes, ese millón de pesos no te será suficiente. El melanoma es engañoso, si recaes es probable sea interno. Además son solo dos años más, aún podrías recaer en 3, 4 o 5… ¿No tienes otro seguro? ¿O ciudadanía americana que puedas comprar uno allá?”… Entré el pánico cuando me comenzó a hacer esas preguntas, la última vez que las escuché fue cuando recién me detectaron el mal y todos los doctores apresuradamente comenzaban a preguntarme si estaba asegurada y de cuánto era la suma. No supe qué contestar más que un “No, no tengo nada de eso”… me quedé en silencio un momento y después dije: “¿Realmente esa es la única solución? Son cantidades enormes de dinero que estoy segura un porcentaje exageradamente alto de la población no lo puede pagar… ¿Qué hacen todos ellos?”… “Se van a su casa” concluyó mi doctor.
Quizás los años y los miles de casos de pacientes enfermos han hecho a los Oncólogos personas muy frías, y aunque uno pudiera entender eso, es muy duro cuando es a ti a quien se lo dicen, no están hablando de una diarrea o de si tu perro es propenso al moquillo, es tu vida, es realmente todo lo que tienes en el mundo. Aguanté las ganas de soltarme a llorar y seguimos con las revisiones físicas. No quería voltear a ver a David, sentía que si lo hacía no podría contenerme. Concluimos la consulta, por ahora seguía limpia.
Crucé por la puerta y afuera de nuevo la sala de espera, ahora era otra señora quien intercambiaba “la sonrisa” conmigo, ella tenía cabello, quizás no había necesitado quimioterapia aún.
Salimos al pasillo rumbo a los elevadores del edificio y me solté a llorar, estaba muy asustada, David me preguntaba qué pasa. Nos sentamos en unos sillones y no quería hablar, no quería decir nada, estaba asustada, tenía miedo. Cuando por fin tomé algo de aire dije: “¿Sabes que en algún momento voy a tener que dejarme morir?”. Creo que contagié a David de mi depresiva actitud porque vi una ligera lágrima salir de sus ojos. La sensación de ese momento era difícil de explicar. Yo realmente en ese instante no tenía nada y estaba tan sana como un competidor de triatlón, pero la verdad me costaba encontrar las palabras para expresar que básicamente estaba muerta de miedo de no saber por cuanto tiempo iba a estar bien y más aún que cuando ese día llegara, tendría que dejar que me consumiera porque odiaba la idea de pensar en tratamientos que dejarían a toda mi familia en la quiebra. Si, estaba adelantándome mucho, mi probabilidad de recaer seguía siendo del 50% (es decir tengo las mismas probabilidades de reincidir y de no reincidir), solo que ahora ese 50% en mi mente se traducía en morir, ya no era de recaer o no recaer, era de vivir o no vivir. Ahí sí sonaba más espeluznante.
Una pareja pasó rumbo al elevador, el piso de Oncología y Quimioterapia no está lleno de globos ni adornos en puertas como el de Maternidad, por lo que a quienes te topas en los pasillos tienen dos tipos de semblantes en su rostro, o muestran una tranquilidad por la fe a la que se adhieren, o están fríos y cabizbajos como molestos con la realidad que les tocó vivir. La pareja se regresó al sillón en el que David y yo nos encontrábamos y solo así la señora me tomó la mano y me dijo que sí se podía y que no tuviera miedo. Ella llevaba las mejores intenciones pero la verdad solo me sentí peor. Más débil.
David me llevó a comer, esta vez no me importó nada y quise una hamburguesa para reanimarme. Durante la comida David me decía que no me preocupara en este momento, que nada estaba pasando, y que cuando ese día llegara buscaríamos qué hacer, pero que no había caso en sentirse mal ahora. David estaba 100% en lo cierto, seguramente es el mismo consejo que yo le daría a cualquier persona que llegara conmigo en esas condiciones, pero aunque tenía razón, en ese momento no quería razones coherentes, no quería consejos, no quería soluciones, quería llorar, desahogarme y sentirme triste unas horas. Luego sabría que habría recuperado la cordura y podría volver de nuevo a la oficina (todo esto ocurrió durante nuestro horario de comida). Pero ¿cómo podría culpar a David por sus consejos?, él estaba viviendo su proceso también, quizás lo que me estaba diciendo era en realidad un consejo para él mismo.
Una de las cosas que David dijo para tranquilizarme era que la vida en sí misma es frágil, que había un alto porcentaje de personas que mueren en accidentes automovilísticos y que quizás eso era más probable a una reincidencia mía. Si, tenía razón, pero esos eran los porcentajes de la población… no se siente igual a que te digan los tuyos, los de tu vida en particular.
Regresé a la oficina unos minutos después, debía atender una junta. Al llegar me direccionan la queja de un alto ejecutivo sumamente molesto porque habían movido su lugar en el estacionamiento, me pareció un tema tan tonto en ese momento… ¿cómo había alguien a quien le importara tanto esas cosas?... Tomé aire, no era él el que estaba mal, era que a mí me acababa de caer un balde de agua fría y por ende algunas cosas me parecían insignificantes… ¿la gente sabe siquiera que tiene vida y que sin ello todo lo demás es una tontería?
Necesitaba hablar de lo que me había sucedido ese día, busqué a mi mejor amigo José para tomar un café al salir del trabajo. Él entendió de qué se trataba, ya había ido conmigo algunas veces a recoger resultados antes. Cumplió su función de amigo y solo me escuchó quejarme y me dio un abrazo, me dijo que quería estar conmigo sin importar lo que viniera después. Me sentí tan afortunada de tenerlo.
Los días transcurrieron con normalidad y poco a poco la noticia dejaba de ser molesta en mi mente, una mañana me dije a mi misma: “Tengo que aprender a vivir con esto”… y entonces sentí como si me hubiera dado cuenta de algo en mi misma frase, tenía que aprender a vivir, con o sin esto, con todo y sin nada, pero el truco era aprender a vivir.
Hace dos años que mi historia en esto comenzó, y ahora que veo cómo me cambió la vida y la forma de ver ciertas cosas me pregunto: “¿Antes sabía vivir?”… ¿Cuántos de nosotros realmente sabemos lo que es vivir y no solo andar por la vida?... La gente que se queja, que lastima, que daña, que hiere, que no hace nada, que es un parásito que consume el tiempo y la energía de otros… ¿Ellos saben vivir? ¿Saben lo que tienen en sus manos? Me identifico y los entiendo porque en algún momento fui así, soberbia, fría, quejumbrosa, molesta con todo. Olvidando con mucha facilidad lo maravilloso que es simplemente estar viva.
El haberme dado cuenta que mi vida tenía límite de tiempo y que en efecto no existía ninguna garantía me sensibilizó a muchas cosas, a disfrutar más, leer más, conocer y aceptar a más gente. A proponerme que cada vida que tocara procuraría dejar una huella positiva desde que comencé a hacerme la pregunta de ¿cómo quiero que me recuerden?
Una situación así no nos sentencia a la muerte, NOS SENTENCIA A LA VIDA. Nos abre los ojos. Si, nos deprime pero también nos impulsa. Nos enseña que hasta ése momento habíamos desperdiciado mucho tiempo para disfrutar y ser agradecidos por lo que nos rodea. Es verdad que es muy triste pero también muy revelador. Da miedo, muchísimo, pero ante semejante situación por fin nos desnudamos ante lo inevitable: Morirás… ¿qué vas a hacer con el tiempo que te queda?





1 Melanoma: Es una grave variedad de cáncer de piel, causante de la mayoría de las muertes relacionadas con el cáncer de piel. Se trata de un tumor generalmente cutáneo, pero también del intestino y el ojo (melanoma uveal) y altamente invasivo por su capacidad de generar metástasis. Actualmente el único tratamiento efectivo es la resección quirúrgica del tumor primario antes de que logre un grosor mayor de 1 mm.
2 Linfedema: Se refiere al tipo de edema producido por una obstrucción en los canales linfáticos del organismo. Tal situación se produce por la acumulación de la linfa (compuesta por un líquido claro rico en proteínas y fibroblastos) en los espacios intersticiales (área existente entre las distintas células de un tejido), dentro del tejido celular subcutáneo. Obedece por lo general a un fallo o a una insuficiencia en el sistema linfático, y trae como consecuencia el aumento del volumen de las extremidades, en forma completa o parcial, y la desaparición de los relieves que por debajo de la piel se aprecian.
3 PET-CT: Estudio de medicina nuclear y tomografía computarizada se utiliza para detectar actividad cancerosa en el cuerpo del paciente.






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