martes, 21 de agosto de 2018

Enamórate de un Valiente

 Teníamos solo un mes juntos pero eso no era impedimento para las palabras, las promesas, las ideas, los sueños y las ilusiones. Me había enamorado. No sabía cómo, no sabía cuándo ni en qué momento había perdido el piso y me había colgado de esa altísima nube en lo más alto del cielo y me dejé llevar. Como todas las mujeres en nuestros treintas, al inicio tuve muchas dudas de si estaba bien sentir tanto, soñar tanto y revivir esas emociones que tuve cuando tenía la mitad de la edad que ahora tengo. Ya no creía en los cuentos de hadas pero por esa historia era probable que me atreviera a lanzarme de nuevo de mi castillo amarillo hacia los brazos de un príncipe, porque después de todo, yo era su princesa. Pero supongo que esto pasa en uno o varios momentos de nuestra vida, la persona que nos hace flotar un día de pronto nos deja caer, y mientras más alto estábamos, mucho más dura es la caída con el pavimento. Mi vestido de princesa no sirvió para amortiguar el impacto y el caballo blanco ya no estaba en la entrada de mi castillo amarillo… solo estaba yo, sola, de nuevo… en la realidad, donde el castillo no era castillo sino una casa sencilla de tres habitaciones, con ese cepillo de dientes en color rojo que ahora debía ir a la basura porque ya nadie más lo usaría. Y esa playera blanca que guarda el olor característico de una sola persona, esa persona que ya no volvería por ella. Acabó todo tan pronto. Ni siquiera terminé de aprenderme esa canción en el piano. Y es que no importa la edad que tengamos o la experiencia que se acumule en el currículo, siempre podrán rompernos el corazón una vez más. Solo que esta vez, la lección era mucho más dura, porque aunque no lo parezca, fui yo quien terminó… era mi dignidad, o él.

Uno de los momentos más difíciles que tenemos que enfrentar es saber cuándo no somos amados, respetados, ni valorados y debemos, con la pena, tomar nuestras cositas y levantarnos de esa mesa del café y como podamos, caminar al auto sin desvanecernos para que una vez que lleguemos a él, ahora si tomar el teléfono, llamar a ése amigo y soltarnos a gritar cuanta barbaridad, coraje y dolor nos salga de la garganta. Si, a veces damos demasiado… y justo cuando mientras una vez más me encuentro en una solitaria habitación de hotel fuera de mi ciudad y lejos de mis perros, escuchando música reflexiva, doy con uno de esos videos motivacionales en YouTube llamado “Sal con un valiente” de Sergio Melchor (Autor: Pablo Arribas). 

Nadie debería enamorarse de alguien que no sea capaz de decirte -mi apuesta eres tú… hoy, mañana y siempre, me la juego contigo-“ Y es que todos los que hemos genuinamente amado o estado enamorados de alguien sabemos que no se requiere mucho qué pensar para saber si queremos tener esa segunda, tercera o décima cita. Y con el paso de las citas no nos resulta tan difícil imaginarnos una vida con esa persona, aunque sea un tanto pronto pero sabemos que queremos verla de nuevo, que queremos oír sus historias, sus sueños, su vida. Empieza a tomar color en la nuestra y nos despertamos esperando su mensaje de los buenos días. Ahí empezamos a entregarnos… pero ¿qué pasa si la otra persona no está segura? ¿si comienza a tener esas actitudes evasivas donde no nos llama, nos deja esperando o nos deja plantados?... o ya de plano, es mucho más directo y nos dice una y otra vez que “Hay que pensar bien si somos compatibles”.

Hace 10 años salía con un chico que vivía a 30 kilómetros de casa de mis padres. Teníamos apenas 20 años y él no tenía auto. Una noche fría y lluviosa de enero hablábamos por teléfono porque por el clima, ése día se le había dificultado ir a verme en el transporte público. Colgamos y a la media hora sonó el timbre de la casa. Salí a ver quién era, y ahí estaba él. Mojado y con frío. Era bastante tarde lo recuerdo perfectamente, traía en su mano una rosa roja que seguramente había comprado en algún crucero. Me quedé pasmada, no lo esperaba. Había tomado el auto de su padre para manejar 30 minutos a mi casa y darme una rosa e irse a los 5 minutos de habérmela entregado. Jamás olvidaré ese día, porque con ese gesto aprendí que si alguien quería verme, atravesaría el mundo aun así lloviera y fuera casi media noche. Años más tarde lo reafirmé con David, otro de mis grandes maestros que me demostró que cuando algo se quiere, no se dice, ¡se hace!

Cuando alguien quiere vernos, así fueran 5 minutos, aparecerá en nuestra puerta a veces con cualquier excusa. Y lo más gracioso es que no importa que pasen los años y que ya no tengamos 15 sino 30 y que ahora existan tantas formas de que alguien nos busque como las redes sociales, los mensajes de texto, de whatsapp, inbox o hasta una llamada. Como dijo mi amiga Carolina, ¡Al diablo con la tecnología!, si alguien quiere vernos irá a buscarnos de frente aún sin dinero, sin gasolina y sin auto, ya que enviar un mensajito no requiere casi nada de valor. Y así, el audio que tengo 5 minutos escuchando empieza a tener más y más sentido: Enamórate de un valiente. Ya que si vas a despegar del piso, al menos que sea porque viste ya algo claro en su comportamiento.

Tengo a mi amigo Carlos que cuando lo llamo y le digo que estoy triste, en menos de 20 minutos se aparece con cerveza y una pizza. Cuando la gente nos quiere es demasiado evidente, y cuando no… desafortunadamente también, pero ahí es cuando nuestra mente nos juega trucos porque la verdad es amarga cuando se contrapone con lo que en nuestro corazón deseamos suceda.

Y ahí estaba yo hace algunos días, en esa mesita del Starbucks escuchando una y otra vez una serie de excusas de porqué lo nuestro era demasiado “difícil”… ¿Difícil?, tuve un novio que iba a verme a mi casa todos los días cuando tenía 20 años y hacía una hora de regreso en el último transporte público para llegar a media noche a su casa. ¿Difícil? tuve junto a mí a alguien que se las arreglaba para hacer funcionar una relación a distancia cuando ni siquiera vivíamos en la misma ciudad. ¿Difícil? He sido tan afortunada de haber compartido mi vida con dos hombres que por años lucharon a mi lado para salir adelante de los complicados retos que los que viven en pareja saben a lo que me refiero… ¿Y era difícil una relación de un mes conmigo?... no, no era difícil, él en realidad no me quería, probablemente se había enamorado de la idea de mi pero no de mí.

Repasé en mi cabeza el listado que menciona uno de mis libros favoritos con los pasos a seguir para cuando debes aceptar que perdiste la batalla (o que te estén mandando sutilmente a volar):
  1. No ruegues
  2. No llores
  3. No confieses nada
  4. No reproches
  5. Expresa que no es lo que tu querías pero que respetas la decisión
  6. Agradece el tiempo que te dieron
  7. Retírate

Con gusto diré que lo cumplí al pie de la letra y con mucho dolor tomé mi bolsa y acepté dignamente que en esa mesa, me encontraba yo perdiendo el tiempo porque era evidente que “A él no le gustaba tanto”. Y es que como dijo Sergio en su audio de “Sal con un valiente”: El que ama arriesga y el que arriesga ama. Detrás de alguien que arriesga hay alguien que ama.

Lo que diferencia a alguien valiente de un cobarde es que no se queda parado ante la bifurcación pensando en lo que se pierde o lo que se renuncia, sino que ve en ti una victoria y ganancia suficiente como para no tener que mirar atrás. No se hecha a un lado pensando que siempre puede venir algo mejor porque acepta que el mundo es imperfecto, que tú lo eres y que los dos lo son.
Un valiente arriesga, elige, toma partido, se hace responsable de su destino. 

Yo no era una cobarde, yo me consideraba a mí misma como una mujer valiente. Tenía que tomar acción, tenía que levantarme con mi frappé y lo que me quedaba de dignidad de esa mesa. Yo sabía lo que quería... pero también lo que no quería.

Y bueno, esa vez perdí. Había que aceptar que yo no era amada y como mi pasado me ha enseñado, si alguien no tiene claro que quiere estar conmigo, entonces no debe estar conmigo… y está bien, tampoco podía culpar a la otra persona no sentir lo mismo que yo. Yo no tengo control sobre eso. Así que con mucho esfuerzo me despedí tranquila y me retiré. Pasados los días él volvió a escribir, pero sin algo en concreto. Recordé a Caro cuando dijo que una persona que quiere estar contigo hace algo más que enviar un whatsapp.

Aceptando mi derrota de aquella noche y luego de pasar días rodeada de mis amigos, amigas y el trabajo, opté con por lo pronto y mientras el destino hace su trabajo y se acomoda, quedarme con la reflexión que cierra el audio donde nos sugiere abrir bien los ojos la próxima vez que pensemos en invitar a alguien a nuestro vuelo:

La próxima vez que vayas al mercado de parejas de viaje, solo tienes que abrir los ojos y mirar de una forma que quizás no lo hayas hecho antes. En lugar de buscar por la categoría “belleza”, “profesión”, “dinero”,… busca la categoría “sé quién soy y sé que quiero”. Desconfía de lo pulcro, los cánones y lo resplandeciente, y fíliate de la sangre y lo sucio, pues los valientes están llenos de arañazos y cicatrices”.
… y tú ¿eres cobarde o valiente?

Enamórate de un Valiente

  Teníamos solo un mes juntos pero eso no era impedimento para las palabras, las promesas, las ideas, los sueños y las ilusiones. Me habí...