martes, 4 de julio de 2017

Rescatando el Romanticismo


David y yo no somos precisamente la pareja más romántica que ha existido, y la verdad es que nunca lo fuimos. Nuestra historia de amor no comenzó como muchas, no hubo amor a primera vista y tampoco vivimos la etapa del “cuelga tu primero”. Las circunstancias de nuestra vida nos llevaron a otra forma de apreciar las relaciones. Yo era divorciada y él había salido de una relación que lo había marcado de manera no muy positiva. Aunado a ello, vivíamos en diferentes ciudades por lo que tampoco podíamos ir mucho al cine o a cenar más que una vez cada 3 semanas. Dada mi experiencia de ya haber vivido un matrimonio de esos en donde te casas y todo es maravillosamente nuevo (hasta ir a hacer las compras al súper), repasar ese tipo de vivencias no formaba parte de mis prioridades, más bien quería un compañero de vida, alguien a quien claro yo estimara, me agradara estar con él, me gustara y simpatizara con su forma de pensar, ver la vida y planear el futuro. Ese era David.
Mi amor perfectamente maduro caminó bastante bien los primeros meses, al grado de jactarme de estar por encima de los demás que viven solo de sus emociones, yo no… yo era racional y por ende inmune a los altibajos de una fugaz calentura o desborde de hormonas. Yo quería a David con todo mi cerebro... Nunca pensé que ese fuera un problema.

Con el paso del tiempo nos acercábamos a cumplir nuestro 2do aniversario viviendo juntos. Dos años de convivencia, también conocidos como “Los Terribles 2”. Si, tal como esa edad de los niños en donde se comportan sumamente necios, intransigentes y hacen muchas rabietas. Algunos matrimonios o relaciones de unión libre tienen su primera crisis igual de estresante a los dos años de unirse. ¿Por qué asemejar a esta etapa con la difícil maduración de un niño?, bueno algunos autores la llaman así porque digamos es cuando termina “oficialmente” la sección del enamoramiento y solo tenemos la realidad de frente. Ya no es novedad vivir juntos ni verlo vestirse cada mañana. Vemos sin vendas en los ojos a nuestra pareja casi tal cual es. ¿Y eso es algo malo?... pues no que sea negativo sino que una vez disipada la nube rosa del enamoramiento, muchas veces la realidad no es tan maravillosa, y la temible rutina comienza a hacer de las suyas. Sin embargo y en mi caso particular en donde había inteligentemente omitido el enamoramiento, ¿Sería capaz de salvarme de Los Terribles 2? ¿A qué podría enfrentarme si jamás tuve una venda en los ojos y siempre fui demasiado consciente de lo que estaba viviendo?
Acercándose nuestro aniversario y conforme los meses avanzaban, cada vez más sentía una extraña sensación de vacío y algo de aburrimiento. Sabía que quería a David y cada día lo procuraba aún más, pero como es común en las relaciones, con el tiempo desde las tareas del hogar, hasta el sexo se vuelven rutinarios sin que nosotros así lo queramos. Todo nuestro día a día comienza a formar parte de un guion establecido al grado que empieza a tornarse monótono. Yo tenía un trabajo absorbente, David también. Llegar a casa era dedicarle tiempo a pasear a los perros, tareas del hogar, hacer la comida del día siguiente, hacer algo de ejercicio y bueno, al llegar a la cama uno solo quiere dormir profundamente.  
A pesar de que no era culpa de David, la vida en pareja comenzó a parecerme no tan estimulante como al inicio, y mi manera de vivirlo siendo yo una mujer independiente y con una obsesión por pintarme el cabello de rubio, pareciera que mi crisis de “no quiero ser aburrida” comenzó a sintomatizar al incrementar mis visitas al salón de belleza. De la mano con lo anterior, me gustaba llamar la atención, ser vista y reconocida al caminar, por lo que invertí un poco más de lo habitual en un nuevo guardarropas. El tener nuevas prendas, nuevo cabello y nuevas uñas me dio algo de seguridad, por lo que la gente a mi alrededor parecía notar que me esforzaba en mi aspecto… todos menos mi esposo (o al menos eso yo sentía).
Me preocupaba que David ya no se sintiera atraído por mí, ¿ya se habría aburrido él también?...Luego de una plática con mis circulo de amigas en donde les expuse mi pequeño problemita, ellas sugirieron que yo tomara la iniciativa, así que aun y con mis kilos de más por ser una mujer de casi 30 años (si, no tenemos el mismo cuerpo que a los 20), tomé el papel de seductora, pero pronto sentí que era inútil. Mi esposo se quedaba dormido apenas tocaba la cama.
Posterior a mi fracasado intento de despertar pasiones, un siguiente síntoma se hizo presente. Empecé a escuchar canciones cursis de amor. Tendré que mencionar que a David NO le agradan las baladas románticas, así que yo solo las escuchaba cuando iba camino al trabajo. Cuando encontraba una que me encantaba, dejaba de lado que a David no le gustaban y se las ponía en la noche diciéndole: “Esta canción me hace pensar en ti”… pero no lograba que ni siquiera escuchara la letra. Hacia como que la oía, pero la verdad creo que fingía para no decepcionarme.
Mi hermano y su novia están al inicio de sus 20s y de su relación de noviazgo. Actualmente se encuentran en el pleno enamoramiento, y sus citas, fotos y aniversarios son llenos de corazones y cursis muestras de afecto. Una mujer como yo, donde antepuse la razón a la emoción, llegue a ver patético y algo inmaduro su actuar bajo la frase: “Asi somos todos a esa edad… luego despertamos”. Si, los critique duramente pero, ¿sería que yo quería volver a soñar?
Si alguna vez vieron la serie (no la película) de Sex and The City, recordarán que por ahí de la Temporada 6, Carrie sostiene una relación con un hombre algo mayor. Su nombre era Alexandr y aunque sí lo quería, él parecía ser demasiado maduro y calculador. Quería a Carrie pero ella con el tiempo comenzaba a aburrirse. El día en que terminan ella menciona una frase que se quedó en las fanáticas de la serie: “Soy una persona que está buscando amor. Amor real. Ridículo, inconveniente, apasionado, un amor en el que no se pueda vivir el uno sin el otro”. ¿Será que todas queremos vivir ése amor desenfrenado a pesar de que maduremos? ¿No importa si tenemos 15, 20, 30 o 40?... Si es así, entonces cuando criticamos a las jóvenes parejas románticas no somos honestas y en el fondo las envidiamos al asumir que el romanticismo ha muerto en nuestra vida. Solo escuchemos a una mujer mayor casada, la gran mayoría habla de su pareja como un viejo al que “soportan”. Llegan a conocerse tan bien y a convivir por tantos años que pareciera se resignan a despedirse para siempre del romanticismo. Es verdad, con los años las muestras de amor se traducen a muchas más cosas que en nuestra juventud no vemos, como por ejemplo el que nos apoyen en un proyecto de desarrollo personal o profesional, que nos ayuden a limpiar la casa o que cuiden a los hijos mientras salimos a tomar un café… sin embargo, ¿Por qué el romanticismo pasa a ser lo menos importante?
A pesar de que David y yo no tuvimos un inicio de relación lleno de chispas, al pasar el tiempo descubrí que no me había salvado de Los Terribles 2, solo estaba viviendo una crisis distinta. Yo no había tenido enamoramiento así que el shock emocional fue igual que haberlo perdido como la mayoría. Extrañaba las rosas aunque le había dicho a David que las odiaba.
Como dato relevante, es sabido por todos que la gran mayoría de las mujeres infieles (no justifico pero es parte de la estadística) no son atraídas por el sexo sino por la carencia de afecto. Otro hombre las corteja y tontamente las convence con eso que ellas ya no tienen: DETALLES, ROMANTICISMO, PROMESAS, ILUSIONES, PASIÓN. Entre las frases que una mujer infiel menciona es: “Mi esposo ya no me ponía atención”… Aunque claro, lo ideal hubiera sido que lo hablaran primero y no dejarse llevar por el flamante nuevo sujeto que conocieron en la oficina o el gimnasio.
Yo, aunque no había conocido a nadie y tampoco me encontraba en esa lista de mujeres que quieren encontrar el amor en otra cama, sabía que algo faltaba, así que cité a mi amiga Janet a un café.
Ya lo descubrí  Janet, ya sé que es lo que me ha estado pasando durante varios meses, ¡Extraño el romance!” le dije a mi amiga en nuestro tradicional café desestresador (algún día a la semana a la hora de comida nos escapamos de la oficina para ir por un Starbucks. Solemos hacer esto cuando el día va realmente mal o simplemente cuando sentimos que lo necesitamos). Tenía semanas platicándole a Janet que sentía que algo le pasaba a mi relación. Jamás dudé de mi amor por David, ni del cariño y respeto que le tenía, pero algo me ocurría. Constantemente fantaseaba con canciones románticas que alguien sin rostro me las cantaba con una guitarra y un hermoso traje azul. También veía telenovelas, películas, videos musicales en donde el hombre desea ansiosamente ya no digo tener sexo sino solamente abrazar a su mujer, besarla, acariciarla.
Consternada por mi descubrimiento y decidida a cambiar la situación, el viernes siguiente fuimos a cenar David y yo, y aunque la plática parecía tornarse como todas con temas de trabajo, tomé aire y le dije que había pensado mucho y que necesitaba decirle algo, solo que antes de abrir la boca comencé a llorar y no estaba en mi síndrome premenstrual (que realmente es la única parte del mes donde lloro cada que voy a decir lo que siento)… eso me decía que estaba hablando de algo realmente profundo en mi corazón. David no parecía entender lo que sucedía pero fui más direct (y dejar a un lado el suponer soluciones como las insinuaciones que a las mujeres nos encanta que nos lean la mente): “Extraño el romance”. A lo que David respondió: “Pero si nunca te han gustado las flores”. Era verdad, siempre me quejé de que eran un gasto innecesario y que lo mejor sería que me regalara ese dinero en comida, pero no se trataba del gasto elevado de unas plantas recortadas de un jardín, sino del hecho de que alguien las llevó pensando en ti. “Creo que nunca encendimos la chispa y nos fuimos directo a la relación” admitió David. Él pensaba lo mismo que yo, eso me tranquilizó.
Casi todos los que estamos casados o llevamos ya algún tiempo viviendo juntos sabemos que la relación con la rutina suele perder ciertas cosas que en algún momento les dedicábamos mucho tiempo. No es que ya no las queramos hacer, sino que nuestros labores involucran muchas más  actividades que en los primeros meses de nuestra relación. Esas flores, la serenata, las cursis cartas de amor, los aniversarios de meses, las idas al cine y el dedicarnos canciones. Hoy, aunque sabemos que amamos a nuestra pareja más que cuando era nuestro novio o novia, dejamos de hacer estos pequeños actos (o disminuimos considerablemente la frecuencia) porque digamos que tenemos muchas otras cosas que hacer como limpiar la casa, lavar la ropa, cocinar, ir al gimnasio, ir a trabajar, y bueno, si tenemos hijos esto hace la lista de tareas algo interminable. Estamos tan acostumbrados a dormir y despertar con nuestra pareja que pareciera que es una de las primeras cosas que damos por sentadas en nuestra vida. Somos amados y no es necesario hacer más. Terrible error que lleva a la debacle una relación. Como siempre nos dijeron nuestros padres, el amor es una frágil planta que hay que regar de manera diaria. El trabajo, los amigos, incluso los hijos son sumamente importantes, sin embargo no debemos olvidar ni dejar de lado que tenemos a nuestro lado a una persona que realmente requiere de nuestra constante atención para que permanezca floreciendo. El amor de pareja es el más fácil de perder, ¿por qué?... porque realmente no hay un lazo tangible que nos una como con un hijo, nuestros padres o hermanos. Es mera decisión, voluntad. Por eso la rutina es tan peligrosa, ya que una vez que dejamos se asiente, es cuestión de tiempo para que las cosas se sequen.
Y ahí lo entendí, no importa cómo empezamos nuestra relación, si con el desenfrenado enamoramiento como mi hermano y su novia con sus cartas y canciones, o como David y yo con la racionalidad al máximo. No importa qué tan inteligente seas, las relaciones de pareja nos gustan porque nos hacen soñar en un amor real, ridículo, inconveniente y apasionado. ¿A quién no le gusta que nos hablen bonito, nos digan que somos atractivos o nos lleguen con un detalle sorpresa a la oficina? No importa si eres hombre o mujer, tienes 20 o 40 años, las muestras de cariño nos estimulan y nos hacen sentir valiosos, apreciados, únicos. Aunque queramos negar su belleza menospreciándolas con comentarios despectivos y diciendo que son cursis o ñoños.
… ¿Qué pasó con nosotros luego de esa plática?... Bueno, el sábado David llegó con flores. Tal vez nunca va a cantarme con una guitarra en un escenario las canciones de Sin Bandera, pero escuchó mis necesidades y las tomó en cuenta… Es un excelente comienzo para seguir enfrentando Los Terribles 2, 3, 5, 10...

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