En el CM anterior, al hablar de la importancia de la independencia femenina a nivel financiero, mencioné las estadísticas de divorcio en nuestro país, que si bien aun están lejos contra las de nuestros vecinos norteamericanos, hemos crecido de manera constante los últimos años, a lo que nuestros padres y abuelos, pertenecientes a otra generación en donde el matrimonio SI era para 'toda la vida', no dejan de hacerse la constante pregunta de: "¿Qué le sucede a los jóvenes de ahora con el matrimonio?"
Debo decir que, aunque yo misma formo parte de la estadística (divorcio número 245 en Nuevo León a inicios del 2014), de igual forma me interesa la causa de este fenómeno que, gracias a mi experiencia, me ha permitido escuchar y orientar a quienes planean entrar en el cansado proceso legal de disolver lo que hasta hace un par de años, era un sueño hecho realidad... ¿Qué nos sucede a los matrimonios jóvenes de ahora? ¿Qué estamos haciendo mal que nuestros padres y abuelos parecían hacer tremendamente bien? ¿Estamos destinados a fracasar?
En mi teoría, y a pesar de que puede haber muchas causas, yo las divido en dos:
- Incremento de necesidades femeninas
- Intolerancia al fin del enamoramiento
La primera teoría va enfocada a la parte 'negativa' de la revolución femenina. Cuando tenía que dar las vueltas al juzgado de lo familiar donde muchos tramitan su divorcio, fue muy fácil para mi darme cuenta que el 80% de quienes solicitaban iniciar el cansado trámite, eran precisamente mujeres. En antiguas generaciones, la tarea de la mujer casada parecía estar enfocada en la crianza de los hijos y el cuidado del hogar, no tenían trabajos fuera de ser amas de casa y algunas no tenían estudios; ¿qué pasaba si las cosas no salían bien con el marido?, ellas no tenía muchas opciones, contaban a su cargo con 10 hijos y su único proveedor era precisamente su pareja, no había mucho lugar para ese orgullo imperante feminista de "a mi ningún hombre me va a ver la cara". Si el esposo resultaba ser un alcohólico o un mujeriego, como mi abuela decía "esa era tu cruz", y la mayoría simplemente se resignaba. La principal necesidad que debía cubrir el hombre de familia era precisamente proveer. ¿Qué sucedió después?, que un hombre nos provea ya no es suficiente para la mayoría de nosotras, ya que para empezar, muchas ya no necesitamos que nos mantengan, y buscamos no solo el apoyo económico, sino que dicho sujeto también sea un buen amigo, confidente, divertido, inteligente, fiel y claro, buen amante. ¿y si no lo cumple?,... se va. El que nosotras ahora seamos más autosuficientes que nuestras abuelas nos ha permitido ser más estrictas en la búsqueda de nuestro compañero de vida, y si el hombre resulta no ser lo que queremos, tramitamos el divorcio.
La segunda teoría es lo que yo llamo: "No me casé contigo, sino con quien creí que eras (o ibas a ser)". La mayoría llegamos al altar enamorados perdidamente de nuestra pareja, él o ella son seres perfectos, únicos y sus defectos no son ningún problema para nosotros, esto hasta que la etapa de enamoramiento termina, tal como lo dice Gary Chapman: "Pensar que la experiencia del enamoramiento es eterna no es más que ficción, no es la realidad... El promedio de duración de la obsesión romántica es de dos años... Con el tiempo todos bajaremos de las nubes y pondremos nuestros pies en la tierra otra vez. Tenemos los ojos abiertos y vemos las imperfecciones de la otra persona". Si esto ha existido siempre y va a pasarnos a todos, ¿Por qué es una causa de problemas y divorcios ahora? ¿Por qué hay muchas parejas que no pasan los terribles 2 años?... Por intolerancia a las diferencias "irreconciliables" que surgen una vez que el enamoramiento termina, los defectos salen y lo único que nos queda frente a nosotros es a la persona tal cual es, no a quien en nuestra ilusión creímos que era o iba a ser. Lo que antes eran 'defectitos', hoy son intolerables y enormes 'PEROS', y es cuando empezamos con las frases de: "Yo pensé que iba a cambiar", "Yo creí que se le iba a quitar", "Yo no sabía que ella siempre iba a ser así". Y la verdad, y si fueron honestos desde el principio, ¡sí lo sabían!, pero no se le dio la importancia.
Ahora, ante estos dos puntos, ¿qué es lo mas recomendable? La primera teoría no es negativa y de hecho no creo deba cambiar, es parte del progreso generacional buscar una satisfacción y no conformarnos con lo que nos hace infelices (obviamente sin caer en los extremos), pero la segunda teoría es importante hagamos lo posible por erradicar esa 'intolerancia a la verdadera pareja' y nos hagamos mas responsables por las decisiones que tomamos. ¡Nosotros elegimos a esa persona!, y no es perfecta, pero tampoco lo somos nosotros.
Es muy agradable estar enamorados y rodearnos de esa fantasía y fuerza que nos dice que, de la mano de nuestra pareja, todo lo podemos lograr, pero hay que estar con un pie en el cielo y el otro en la tierra. En la medida de lo posible hay que buscar no perder el piso y estar conscientes de que esa persona que estamos eligiendo (o ya elegimos) como compañero de vida, tiene hábitos, defectos y detalles que ya vienen 'de fábrica', nosotros no los vamos a cambiar y no los vamos a convertir en nuestro ideal. Asume que sus defectos de hoy, siempre serán así (o que incluso se acentuarán) y pregúntate si podrías vivir con ello. Si la respuesta es si, adelante... Si no, entonces reconsidera tus decisiones.
Las generaciones cambiaron y aunque es verdad que nosotros los jóvenes vengamos incluso pre-programados para correr por la puerta de emergencia cuando las cosas no son como esperábamos, hay cosas que aún debemos conservar de nuestros padres y abuelos, como la tolerancia y la madurez de ser firme a nuestra palabra, esto mezclado con nuestra nueva modalidad de pensar que nos hace exigir con justicia y asertividad, la relación que merecemos. Estoy segura aun y con todos los pronósticos en contra, podemos lograr que los "SI, ACEPTO", duren para toda la vida.
Laura Franco
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