lunes, 13 de marzo de 2017

Los 30's y Nuestra Definición de Éxito

Cuando tenia 24 años, un amigo muy cercano estaba celebrando su cumpleaños número 30. Era una fecha especial por tratarse de "brincar" al tercer piso, motivos para festejarse sobraban, pero por alguna razón, Michel no estaba nada entusiasmado por irnos a cenar. Era inusual en él, siempre buscaba un motivo para que saliéramos, pero en esta ocasión, y más que se trataba de él, se rehusó a ir a ese increíble restaurante que habíamos reservado. No entendíamos porqué. 

No quise ser insistente aquel fin de semana, así que mejor optamos por un pastel sencillo en casa. Luego de relajarnos y de una manera totalmente informal celebrar su llegada a los 30, le pregunté cómo se sentía al respecto... Su respuesta no fue lo que esperé: "No sé Lau, me siento raro, no triste, no enojado, pero tampoco alegre. Me cuestiono muchas cosas de mi vida, de lo que he hecho y pensé que haría para este momento". En aquel entonces no me quedó muy claro, pero parecía que Michel estaba teniendo una crisis existencial de 'cambiar' de etapa en la vida... Cosa que no iba a entender claro, hasta que yo misma llegara a esta etapa... justo ahora, justo a mis 29.

Hay un interesante video circulando en las redes acorde a los tiempos de cada quien y cómo aunque tengamos la misma edad con algunos amigos, no pareciera que fuéramos al mismo ritmo. Es común que al llegar a esta etapa en la que se supone que debemos estar realizados, preguntarnos si estamos donde queríamos/pensamos que íbamos a estar, y en respuesta a ello, evaluamos nuestros siguientes movimientos. Hicimos una especie de plan de vida casi desde que nacemos. La mayoría ya sabíamos que íbamos a estudiar varios años, tener parejas, un buen empleo, casarnos, hijos, casa... fin. Pero conforme crecimos nos fuimos dando cuenta que la vida misma tiene la interesante y graciosa costumbre de darnos otro tipo de reveses, de mostrarnos otro tipo de historias que no teníamos en nuestro infalible lista... y ello, aunque algunas veces nos aleja de nuestro plan de vida, nos enseña partes de nosotros mismos que desconocíamos. 

Cuando tenía 14 años estaba segura que me casaría joven, tendría una casa, hijos, sala nueva y un delantal floreado para hacer la cena. Cuando tenía 26 (12 años después) sí me había casado pero también divorciado así que vivía en una fantástica serie de aventuras de una sola noche, tenía una casa pero la debía toda, no soportaba a los niños así que tuve perros, mi sala pues ya no es tan nueva y ni de broma me paro en la cocina a hacer un huevo (soy una terrible cocinera). Nada más lejos de mi plan inicial. Con lo anterior, me permití explotar cualidades que desconocía en mis misma (bueno, menos la de cocinar), pero no solo eso, también aprendí a que la vida tenía mucho mas que ofrecerme que una tradicional relación.

Habiendo comprendido esta lección del amor y las relaciones en mi vida, parecía todo estar en orden, todo hasta que entré en un nuevo mal que nos aqueja a los nuevos 'jóvenes adultos'... empecé a convertirme en una fantástica y moderna persona adicta al trabajo. A medida que avanzaba en mi profesión, las juntas hasta altas horas de la noche, las canas y los dolores de cabeza comenzaron a formar parte de mi vida. Después de todo, el ser exitosa era muy importante. Mi esfuerzo dio resultados y me dieron una Gerencia hace un año, y como si fuera un premio, este nombramiento incluyó las magnificas prestaciones laborales de: seguros médicos, auto, gasolina, etc. Hasta los ojos me brillaron, ¡era perfecto!... jamas pensé que fuera a tener tanto en tan poco tiempo... pero supongo que olvidé leer las letras pequeñas. 

Conforme las semanas pasaron, el nivel de exigencia crecía. Tuve que olvidarme de la hora de comer y darle la bienvenida a los working lunchs en donde con una mano sostienes tu tenedor, y con la otra, sigues respondiendo correos... Pero no era la única. Un día cualquiera, en una junta de esas que nos daban las 9 de la noche, volteé a mi alrededor y observé a mis compañeros. Todos estaban llenos de estrés, de angustia, con aspirinas en sus bolsillos. Nos llevaron galletas. Yo tomé un paquete y lo examiné. Volví a voltear a ver a mis compañeros, era como si nos hubieran alimentado para mantenernos vivos en una jaula. Empecé a fantasear que pasaría si renunciara, inmediatamente temí de perder mis 'beneficios' como el auto y el seguro.

Otro dia mientras con prisa conducía a una junta al otro lado de la ciudad, me tocó en rojo el semáforo. A mi derecha lo vi, un sujeto como de mi edad en un pantalón de mezclilla, comía unas frituras y escuchaba música en sus audífonos. Estaba a la espera del camión. Hacía mucho que no envidiaba tanto a alguien. Él, con sus probables deficiencias económicas, tenía algo que yo no. Era libre... y yo, una esclava de la vida que muchos llamarían 'exitosa'.

Tal vez no era mi puesto, tal vez era solo mi tipo de trabajo o de la Compañía, o quizás algunas Empresas así son, así nos enseñan a ser. A trabajar un mínimo de 10 horas diarias sin parar, solo para llegar a casa sin tiempo ni energía para hacer algo más que echarnos en la cama a ver el celular. Si somos afortunados hay alguien que nos tiene hecha la cena, pero si no, todavía es nuestra responsabilidad llegar a hacer la limpieza y la comida del día siguiente. Caemos en una rutina que no se me ocurre otra forma de verla como ESCLAVITUD moderna. No somos libres, nos dan algo 'renovable' (dinero) a cambio de lo que jamás podremos recuperar (nuestro tiempo)... Tenemos prestaciones y beneficios pero empecé a pensar que era como comprarte para que temas el quedarte sin ellos. No me malinterpreten, ¡trabajar es bueno para nuestro desarrollo y crecimiento personal!, pero, ¿cuánto tiempo realmente le estamos dedicando y qué estamos dejando de lado? ¿hemos entrado en una carrera sin final de dejar ir nuestros mejores momentos en miras de lograr el famoso 'éxito' que dijimos que tendríamos a nuestra edad? ¿estamos realmente haciendo lo que nos apasiona?... Si el dinero no fuera un problema, ¿estaríamos haciendo esto que hoy en día le dedicamos tantas horas?

Volviendo al punto donde inicié este Cada Martes, quizás sea mi proximidad a los 30 lo que me ha hecho evaluar mi vida, mi tiempo y lo mucho o poco que me quede de juventud. Lo pensé una vez y lo dije en voz alta: "Cuando tenga 39 (en 10 años)... ¿Voy a estar feliz al recordar que en esto me gastaba mi tiempo?".

Hace algunos meses una de mis mejores amigas que siempre se ha dedicado al arte, dijo que se tomaría un año sabático del trabajo de oficina para mejorar sus prácticas en escena (es actriz de obras de teatro). De entrada pensé que estaba loca y que su idea era hasta mediocre. Luego la vi en sus fotos, ella, ahí con su 'mediocridad', ¡era libre!, hacía lo que amaba aunque eso significara dejar de lado ciertos lujos, ella tenia en su rostro la mirada que debemos perseguir, ¡era ese el verdadero éxito!. 

Cuando conocí a mi esposo era común que me platicara de sus amigos los que yo llamé "hippies". No tenían mucha preparación académica y les gustaba tener trabajos que no les fueran muy exigentes. Obviamente los juzgué de flojos. Hace un mes fui a comer con ellos, le dieron un cuadro a mi esposo por su cumpleaños que una de ellas había pintado a mano. Era hermoso. Platicó que ahora se dedicaría a tatuar y que los fines de semana vendía sus obras de arte en una calle conocida de la ciudad. Hablaba de sus planes y de su vida con una libertad que ni yo, con mi auto y el seguro, podía pagarla. 

Acercarnos a los 30 años (o ya haberlos cumplido) por alguna razón casi nos obliga a evaluar nuestros pasos, planes y proyectos. La exigencia parece ser dura, nos presionamos por ya tener el auto, la casa, la maestría y el buen puesto... y si no lo hemos logrado, nos podemos sentir como en aquel cumpleaños de Michel... Pero es también en esta etapa de nuestra vida en donde parece que despertamos de muchos paradigmas y comenzamos a emitir nuestros propios juicios, lejos de lo que nos han dicho toda la vida. ¿No tener un auto está mal? ¿Un puesto administrativo en donde salgamos a nuestra hora nos hace mediocres? ¿Somos defectuosos porque no nos hemos casado? ¿Hay algo malo en no tener hijos aún?

No necesitamos renunciar a nuestro empleo y huir a vivir al mar (que tampoco estaría mal), lo que trato de exponer aquí es que hoy me parece una excelente idea esa de pintarse el cabello rosa, tatuarse esa maravillosa frase en la clavícula y salir a respirar el aire fresco que se siente arriba de la montaña. Al final, cuando hayan pasado los años y tengamos 40, 50 o 60, muy seguramente será mas gratificante recordar estos 30 como la edad en la que terminamos de amarnos y cuidarnos a nosotros mismos, donde aprendimos a escucharnos y a alimentar esa alma que solo se siente plena cuando dedicamos nuestro tiempo a lo que nos apasiona.

Tu tiempo es valioso, es tuyo, es único... úsalo para hacer historia con lo que solo tú sabes hacer mejor que nadie. 

Laura Franco


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