Estaba devastada, sabía que mi relación había terminado y que no había nada que pudiera hacer para salvar mi matrimonio. Justo en medio de mi dolor y de la nada, una parte en mi cabeza comenzó a completar un rompecabezas que por años había permanecido sin terminar. Su nombre era Mariana, era la ex novia de mi futuro ex esposo. Conocía la historia de ambos bastante bien desde la versión de mi entonces pareja. Alan era el novio guapo y seguro de si mismo y Mariana, la novia obsesionada con él y que jamás pudo olvidarlo. Yo conocí a Alan 5 años antes a esa noche de llanto. Él me dijo que no tenía novia claro, pero que hiciera caso omiso de los mensajes que pudiera leer en su Facebook de una tal "Mariana", ya que ella era su ex novia psicópata y celosa la cual dejó. Por meses vi fotos de Mariana en varios lados, siempre que me topaba con ellas me imaginaba cómo ella podría destruir mi entonces perfecta relación ya que, como Alan decía, ella era capaz de volver a buscarlo con tal de separarnos. ¡Que arpía!
Desde ese día y hasta esa noche, 5 años después, Mariana era un fantasma en nuestra relación y una enemiga en mi cabeza, a pesar de que por 5 años realmente jamas recibí un mensaje o una llamada de ella. Pero el rompecabezas se había terminado de armar cuando me enteré que Alan tenía otra mujer y yo, yo era ahora la esposa psicópata y celosa la cual él estaba a punto de dejar.
Una vez descubierta la mentira principal, otras tantas comenzaron a brotar, y entre ellas, la verdad sobre la relación de Mariana y Alan hace 5 años. En aquel entonces Mariana no era la ex de Alan, era su novia de hecho... y yo, bueno, yo era 'la otra', esa mujer que lo quitó de sus brazos, la que se interpuso en su vida y sin escrúpulos le robó a su hombre... todo sin yo tener la más mínima idea, claro, porque por años Mariana era la que estaba 'loca'.
Tenía que hacer una llamada, tenía que buscar a Mariana y pedirle perdón, 5 años después de haber sido partícipe de algo que muy seguramente la lastimó y yo ni enterada estaba. Me sequé las lagrimas, la busqué en Facebook y con muchos nervios le envié un mensaje bastante largo. Luego, me quedé pensando: ¿Porqué la odiaba tanto? ¿Era ella realmente tan mala como siempre creí? Si jamás tuve una prueba de eso, ¿cómo me atreví a juzgarla tanto tiempo?... ¿No es increíble cómo nosotras mismas, las mujeres, nos convertimos en nuestras propias y más fuertes enemigas?
Alguna vez lo hemos escuchado y hasta sentido. Una amiga muy cercana comenzó a salir con un hombre casado el cual le juraba ya no dormía con su esposa porque ya estaban al borde del divorcio. Isabel obviamente le creyó y lo defendió a capa y espada: "Ya no la quiere Laura, esta en la misma casa solo mientras encuentra un departamento para rentar y mudarse". Lo gracioso era que el peculiar sujeto ya tenía 6 meses 'buscando' el famoso departamento (como si no hubiera un sin fin de lugares a donde mudarse en una ciudad metrópoli), cuando nuestro sentido común nos dice que si realmente queremos salir de un lugar, no necesitamos pensarlo mucho, ¡agarramos nuestras cosas y a volar!... ¿Pero qué hacemos las mujeres primero?... La interminable competencia con otras mujeres y la vieja costumbre de hacer santos a ciertos hombres: "Ella no lo valora, lo desprestigia, no se arregla y no lo atiende".
Pareciera una historia de nunca acabar, conocemos al tipo casado, comprometido o con novia y utilizan el mismo discurso: "mi pareja no me entiende", "ya estoy a punto de separarme", "sigo con ella por los hijos", "ya no dormimos juntos". Lo más lógico sería creer que el que no entiende y debería separarse es él y su egoísta comportamiento... pero por más increíble que parezca, muchas optamos por creerlo inocente y de forma inmediata poner como enemiga a otra mujer. ¡qué injusto! ¿porqué hacemos eso? ¿porqué entre nosotras mismas nos echamos tanta tierra mientras los hombres hasta sus infidelidades se encubren?
Era martes por la noche, habían pasado dos años después de aquel mensaje de disculpas por Facebook. Le había pedido a Mariana verla en un lugar céntrico. Ella se dedicaba a planear bodas y yo estaba por casarme de nuevo con mi amigo de toda la vida, así que utilicé esa excusa para verla, para por fin conocerla, ver de frente a esa mujer que por años critiqué y al final me disculpé. Yo estaba más nerviosa que una adolescente en una cita con el chico popular de la escuela. ¿Me saludaría de una manera fría? ¿cálida? ¿tocaremos temas de lo que nuestro pasado nos unía o solo nos limitaríamos al tema de la boda?... ¡¿qué tal si me cachetea apenas me ve cruzar la puerta?!. No sé muy bien como pasó ni quien fue la que empezó, pero nos dimos un cálido abrazo como si conociéramos muy bien una a la otra. Con el paso de los meses Mariana no solo me ayudó a planear mi boda sino que nos hicimos grandes amigas. Claro que tocamos temas del pasado, ella me contó sus versiones de lo que había sucedido hace 7 años, hechos que yo desconocía por completo, y que, aunque para esas alturas ya no tenían mucho significado, con cada conversación y anécdota más se incrustaba en mí la enseñanza de que siempre existe más de una versión de cualquier hecho en nuestra vida, y creer solo una es como haber visto solo la mitad de la película y con ello querer interpretar el final.
Mi pareja actual obviamente tiene pasado y claro, ex parejas en su camino, sin embargo con la experiencia que tuve terminé de comprender que, al hablar de "ex's", las únicas enemigas que tenemos somos nosotras mismas al alimentar nuestros miedos e inseguridades en acciones o actitudes de otras personas que honestamente, muchas veces hoy por hoy ni nos hacen en el mundo... y bueno, que de paso también no hay que creerse todo lo que una cara bonita nos dice, siempre hay más de una versión de la misma historia, incluso de las que nosotras mismas contamos.
Hace un par de semanas vi a Mariana para tomarnos unos cocteles en un bar después del trabajo. Mientras platicábamos de nuestro día casi no podía creer cómo habíamos llegado hasta aquí y lo lejos que muchas veces nosotras mismas estamos de madurar y hacer equipo con las de nuestro género, dejar de ser las primeras en lanzarles piedras, sino ayudarlas a levantarse cuando caen.
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