A los 19 años cuando mi primer
amor había terminado conmigo, por semanas me dediqué a hacer incontables
escenas de desesperación por recuperarlo (incluso la parte de “olvidaste este calcetín en mi casa y pensé
que podrías…. ¡¡por favor vuelve conmigo!!”) cometí el error de quedar como
una patética niña desesperada y sin futuro ante los ojos de mi exnovio, y
desgraciadamente no dudo que así fui recordada por mucho tiempo.
Muchos años después, al volver al
terreno de la soltería, conocí a un par de sujetos, ambos con experiencia y
ambos tan diferentes: El foráneo y El arquitecto. Cuando con el agradable hombre
foráneo las cosas no funcionaron y me vi en la situación de ser yo la que en
primer lugar, diera por terminada la pre-relación, él contestó bastante
tranquilo, sereno, me agradeció el tiempo juntos y me extendió su apoyo si en
el futuro necesitaba algo de él,… no pude evitar sentir que estaba dejando ir a
un gran sujeto. Contrastando el panorama, semanas más tarde conocí al señor
arquitecto, quien después de UNA sola cita, inmediatamente las cosas se
tornaron bastante extrañas y tuve la necesidad de utilizar el “no eres tú, soy yo”,
a lo que en respuesta obtuve las hermosas frases de “¡púdrete!, ¡hipócrita!,
¡mala mujer!”, y varios días más tarde, psicóticos mensajes de: “te ves muy bien hoy” mientras iba de regreso a casa... ¡Aterrador!
Si en algún momento de la vida y
el destino volviera a salir con alguno de ellos, es bastante obvio con cuál NO
sería. Lo mismo nos pasa a nosotras, lo mismo me pasó a los 19,… hay que saber
cuándo y cómo retirarse con clase, así te estén rechazando de la forma más dura
posible.
Cerrar con elegancia y madurez
una relación (o pre-relación) dice mucho de nosotros. Si alguien nos deja y
nosotras nos ponemos a llorarle e implorarle con una terrible cara de
maquillaje corrido y ojos rojos e hinchados, que reconsidere su decisión usando
frases como “sin ti no soy nada”, en
efecto, ésa persona estará más que segura que somos absolutamente NADA y con ésa impresión se quedará por mucho
tiempo si no es que por siempre (incluyendo la imagen mental del maquillaje corrido
y los ojos hinchados). Por otro lado, si somos lo suficientemente inteligentes
como para cerrar tranquilos (aunque por dentro estemos molestos o terriblemente
deprimidos) la otra persona llega incluso a dudar de quién dejó a quién (como
me sucedió con el foráneo)… ¡y es muchísimo más probable que en un futuro
exista una segunda parte de la historia si así se dan las cosas y ambos lo
desean! (vaya que nadie quiere volver a salir nunca con una persona patética).
Lo dice P. Parker en su libro
“Los Hombres Siempre Vuelven”, enfatizando en que si una quiere que un
hombre vuelva, el primer paso es DEJARLO IR.
Recuerda tus relaciones y citas pasadas,
seguramente tuviste momentos increíbles pero por alguna razón con lo que más
nos quedamos es con cómo acabó… pudimos haber tenido una excelente relación
llena de flamantes aventuras y románticos encuentros, pero ¿qué es lo que siempre
recordamos? CÓMO TERMINÓ, ¡y más si terminó mal!, al carajo se va todo lo
anterior si terminas mal con alguien. Es cierto, luego te acuerdas de las cosas
buenas pero la manera en que te cortaron o te abandonaron es lo que más
presente se te queda, he ahí la importancia de cerrar con clase. ¿Te vas a dar
una media vuelta con elegancia mientras te desvaneces de su vista en tu increíble
vestido corto y cabello perfecto o vas a hacer un berrinchito inolvidable que
hará que el joven se asegure que tomó la mejor decisión al dejarte?
La primera impresión es importante, pero cómo terminas un capítulo con
alguien dice mucho de ti y de cómo serás inmortalizado en la mente del otro:
como una solitaria, triste y patética creatura
sin futuro, o como alguien digno de recordar y sobre todo de admirar,… aunque
no te hayan correspondido. No tiene nada de malo que no nos
correspondan, es natural y no le vamos a gustar a todos, pero hasta para
recibir la bateada se puede tener clase.
IMPRESCINDIBLE saber cuándo es
momento de agarrar las fichas que te quedan y con elegancia retirarte de esa
mesa de juego,… ¡¡y por supuesto que llevártelas a otra!!
Laura Franco
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