Era una fría tarde de enero y en
mi consulta terapéutica le dije a mi psicóloga con reclamo: “Pero, yo ya había vivido un duelo amoroso
antes, ¿otra vez?”… a lo que me respondió con un comentario más helado que
el aire de afuera “¿Y quién te dijo
que éste es el último?”… Me quedé en un triste shock de realidad, pero
después acepté que tenía razón, no
estaba exenta de vivir el desamor una, dos o tres veces, y lo que era peor,
era probable que ése corazón roto al que comenzaba a enfrentarme ni siquiera
sería el último. Dada esa conclusión no pude evitar preguntarme “¿Entonces qué va a pasarme? ¿Volveré a
enamorarme? ¿Para qué? ¿Me volverán a lastimar? ¿Volveré a llorar por alguien?
¿Cuál es el sentido de eso?”
A la gran mayoría de nosotros nos
han roto el corazón más de una vez, de hecho es una extrema minoría las que
solo le lloraron a una persona (o ninguna) en lo que llevan de vida. Al menos a
mis amigas de la Universidad: Eddna, Dennise, Mayela y Pilar les conté dos o
tres, y otra más suertuda como Daniela me parece lleva uno, así que si por
alguna razón estás pasando por un el llanto de un desamor reciente, sábete de
entrada que: 1. No eres el único y 2.
Quizás ni siquiera sea el último. La probabilidad de que volvamos a repetir
noches de alma en pena en casa de una amiga es tan variada como la misma suerte
de una rifa, aunque podremos bajar el riesgo eligiendo con más sabiduría (que
se supone que eso lo aprendemos con el tiempo y con las relaciones fallidas).
¿Por qué nos da flojera? Porque simplemente el cambio y salirnos de nuestra zona de confort es molesto,
incómodo y la incertidumbre nos mata, nos
da miedo… frases como ¿y si no sale
bien otra vez? Nos atacan en todo momento y como lo he mencionado antes,
referimos hasta de más, nuestra base de datos se llena de experiencias y ya nos
andamos con más cuidado, lo cual es bueno, pero buscar un equilibrio entre la
magia y la realidad es parte de la clave.
A todos nos da miedo el cambio
y luego de una relación de 3, 5, 7 años (¡o más!) la sensación de reestructurar
todo lo que conocíamos antes y volver a empezar ¡es aterradora!.. Decimos
con coraje “¡Tantos años desperdiciados!” “¿Volver a empezar con alguien?”
“¿Volver a invertirle otros tantos años a alguien?” “¿Para qué?” Hemos vivido
transes complicadas de duelo, nos dimos a la tarea de vivir el proceso de
soledad y de pronto vemos inconcebible volverle a confiar a alguien nuestro
lastimado corazón, pero por algo dicen que la verdadera felicidad y la
verdadera vida comienza donde termina nuestra zona de confort, y “el que no
arriesga no gana”.
En varias ocasiones me dije a mi
misma la expresión “¡qué flojera!” cuando pensé en volver a tener citas,
conocer sujetos agradables y todo el folclor de nuevas familias, nuevos amigos
y nuevas costumbres; luego de una relación prolongada da pereza y miedo
comenzar de cero, pero más que verlo como algo extenuante, recomendaría verlo
con la siguiente frase:
¡La vida te está dando otra oportunidad de hacer las cosas mejor que la
anterior!, te está dando la oportunidad de volver a vivir el enamoramiento... y
todas sus cursilerías.
Ya lo debemos saber para nuestra
edad, en esta vida muy pocas cosas son para siempre (si no es que ninguna), y
si vas a dedicarle otros 3, 5, 7 años (o más) a resguardar tu corazón para que
no te vayan a volver a lastimar, estás condenándote a una vida liderada por el
miedo y no solo habrás “perdido” los 5 años de tu relación, sino 7, 8, 10 por
los otros tantos que le dediques a guardar luto poniéndote tu moñito negro cada
mañana que te vistes para salir a la calle… ¡Quítatelo!
No hay garantías, las relaciones
son complejas y siempre van a fallar de algún modo, pero que esa ilusión de secundaria no se
pierda, súmale la realidad y experiencia que ya ganaste mientras estabas en el
campo de batalla, haz bien las cosas… y ¡a disfrútalo!
Porque quizás ésa es la clave, pensar que ésta es la buena y que ésta vez…
Sí será diferente.
Laura Franco
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