Todos nos hemos despertado alguna mañana con que en el noticiero alguna señora acusa a su pareja de haberla golpeado la noche anterior. Al señor lo meten preso y luego la misma señora, unas horas mas tarde, le otorga el perdón y ¿por qué no? ¡Se lo lleva de regreso a su casa!... ¿y qué decimos todos?: “¡Ah señora tan tonta!”, y rematamos con un: “Por eso luego terminan muertas”, y es verdad, algunas terminan perdiendo la vida en manos precisamente de ése sujeto que algún día juró amarlas. Pero bueno, aunque apuntar siempre sea más fácil, evitemos juzgar y etiquetar a quien se encuentre dentro de esta pesadilla, y tratemos de entender la raíz de las cosas, ya que es muchísimo muy diferente cuando tú eres ésa señora, y la lógica que funciona para todos, en tu cabeza no sirve para nada.
Desde que tengo memoria consciente, he estado enamorada del amor. Primero fue David, luego Daniel, luego otro Daniel, Jonathan, Gabriel, luego otro sujeto y así sucesivamente hasta que llegué a mi primer novio formal a los 16 años. Por mas de 20 años me la pasé hilando mil veces en mi mente historias de amor romántico que finalizaban con una iglesia y un “acepto”. Soñaba tanto y con tanta fuerza con el día que me vestiría de blanco, y año tras año fui alimentando esa flamante idea de tener el chico ideal para el único fin de vivir feliz para siempre a su lado, cosa que me enseñaron desde mis inocentes 3 o 4 años de edad.
A los 14 años recuerdo haber decretado casi con sangre, que me casaría en no mas de 10 años, y que haría lo que fuera para lograr mi cometido porque mi única meta, repito, era precisamente estar en un matrimonio, a costa de todo y a pesar de todo… Y lo logré.
Pasados los años, algunas relaciones y amores pasajeros, a los 21 encuentro mi boleto de salida hacia el mágico campo de los sueños de Laura Franco: Un sujeto que quería casarse joven y quería casarse conmigo. ¡Me saqué la lotería!… mi “proyecto perfecto” estaba listo.
Cuando hablé de los finales alternativos, hice mención de lo fuerte que influyeron en nosotros las modas, los medios, las películas, las telenovelas, y nuestras familias, en seguir un rol preestablecido, en mi caso, de MUJER. Crecí jugando a hacer de comer, a ser mamá, a ser esposa, a limpiar la casa, a ser princesa, a ser frágil, a ser voluble, a llorar. Mis padres tienen la fortuna de contar con un sano matrimonio y relación de más de 30 años, hoy en día no tan sencillo de lograr, así que el ejemplo ahí estaba: el matrimonio perfecto y sin problemas (que es lo que una cree de niña) existe y es EL UNICO FINAL ACEPTABLE.
Entonces, tenía 21, acababa de iniciar mi relación con mi “proyecto perfecto”, ya habíamos hablado de que nos queríamos casar, me encontraba demasiado ilusionada con la idea de que cumpliría mi mas grande sueño y en tiempo récord… hasta aquí vamos bien.
Un día fuimos a una fiesta de cumpleaños, y dado el ambiente del lugar, el grupo musical me invitaba a pasar al frente y cantar con ellos, y de pronto siento un pellizco bajo la mesa y un susurro de: “No te pares”. La gente coreaba el conocido “que cante, que cante” acompañado de aplausos, y yo, bajo le mesa, era pellizcada por mi futuro esposo.
Un día fuimos a una fiesta de cumpleaños, y dado el ambiente del lugar, el grupo musical me invitaba a pasar al frente y cantar con ellos, y de pronto siento un pellizco bajo la mesa y un susurro de: “No te pares”. La gente coreaba el conocido “que cante, que cante” acompañado de aplausos, y yo, bajo le mesa, era pellizcada por mi futuro esposo.
Esa noche no canté obviamente, fingí que no quería. Pero la cosa no terminó ahí, ése es el problema con la violencia, puede empezar con algo muy leve, pero jamás termina ahí. Conforme pasó el tiempo el problema era más y más grande, era una gigantesca bola de nieve en una colina descendiente. Bajaba y bajaba y cada vez era peor, pero cada vez era mas difícil para mi detenerla. Lo que empezó como un pellizco debajo de la mesa en una fiesta de cumpleaños, 5 años mas tarde era un intento de asfixia y amenazas de dejarme en la calle si lo demandaba por adulterio… pero cuando empiezas con ése tipo de “agresiones pequeñitas” en el noviazgo, ¿qué decimos?... "De seguro estaba muy enojado", "Es que yo lo hice enojar", "Es que se estresó", y mi favorita: “Casado se le quita”... No lectores, eso no se quita, o mas bien no se quita así.
Pero entonces,… ¿porqué seguí con el noviazgo e incluso hasta el matrimonio? ¿porqué hay mujeres que arriesgan incluso su vida y se resignan a una relación así?... MIEDO... ¿a qué? En mi caso, era a romper un ideal, había logrado mi sueño de toda la vida y estaba demasiado dispuesta a sostenerlo a pesar de todo, que si bien no está mal, yo me fui al extremo de sostenerlo a pesar incluso, de mí misma. Aprendí a amar más a mi relación que a cualquier otra cosa. Si tenía que sacrificar mi tiempo, mi dinero, mi energía, lo haría. Iba a luchar contra todo lo que tuviera que luchar para que jamás nadie rompiera mi relación, pero estaba tan enfocada en eso que no me di cuenta de que me estaba olvidando totalmente de mí… ¿Cuántas personas no hemos estado así alguna vez?
Maltrato en el noviazgo, antes de la boda, recién casados, separados… en todas esas etapas no pude nunca enfrentar la posibilidad de romper a mi ideal, me hundía el miedo de desechar mi boda, mi idea de mi casa, mi esposo, yo de madre de familia, de algún modo sentía que él sería la única persona capaz de casarse conmigo, así que si me deshacía de todo, estaría sola por siempre, y mi ideal estaría perdido. Claro, yo no lo amaba, ¡yo era codependiente del ideal que tenía desde los 4 años! Y dada mi desesperación por cumplirlo, elegí mal al compañero ignorando POR AÑOS los focos rojos.
Quiero puntualizar dos cosas:
1. No está mal que nos hayan criado así ni nuestros padres tienen la culpa por dicho acontecimiento, pero es importante que sepamos de donde vienen ciertas ideas y de dónde es que se alimentan tanto, y ahí podemos encontrar el por qué es difícil romper ese circulo vicioso, por qué es difícil romper un ideal, que como mujer, puedo decir que lo tenía bastante asentado.
1. No está mal que nos hayan criado así ni nuestros padres tienen la culpa por dicho acontecimiento, pero es importante que sepamos de donde vienen ciertas ideas y de dónde es que se alimentan tanto, y ahí podemos encontrar el por qué es difícil romper ese circulo vicioso, por qué es difícil romper un ideal, que como mujer, puedo decir que lo tenía bastante asentado.
2. Aquí hay que ser responsables, la culpa no era de mi ex, él tenía sus problemas y sus maneras de reaccionar, es fácil culpar al cónyuge que maltrata, pero ¿quién permitió todo esto?... YO. Vamos a empezar por hacernos responsables de nosotros y de lo que permitimos, al final de cuentas mi ex se fue y siguió su vida, y si yo no cambio mi forma de pensar de sumisión, voy a seguir trayendo el problema de dejar que cualquier sujeto venga y haga conmigo lo que se le antoje. Por eso hay que hacernos responsables.
El decidir por MIEDO es el primer paso al fracaso en casi cualquier aspecto de tu vida.
El siguiente CM seguimos con la violencia en el noviazgo.
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