lunes, 6 de noviembre de 2017

La Muerte de un Amor

Querida Aime, este Cada Martes es para ti y para mi primo Abraham. A su amor, que todo lo superó hasta el último día.


Decía Harold Kushner en su libro “Cuando las cosas malas le pasan a la gente buena” que habrían en nuestro paso por la vida un sin fin de situaciones, propias o ajenas, en las que no logremos entender cómo puede sucederle algo tan desastroso a un increíble ser humano, a una niña que apenas comienza a vivir, a un joven estudioso. Nos advirtió que la vida no siempre tiene que ser justa y que llegaría el momento en que cuestionaremos duramente a Dios y dudaremos de su poder omnipotente, de su buen juicio, de su bondad y quizás lo transformaremos en un Dios vengativo. Tal vez varios miembros de mi familia nos encontramos en esa situación hace algunas semanas.

Era un lunes cualquiera, salí de la ciudad como es normal en mi agenda de trabajo a visitar diferentes zonas del país. Todo transcurría de forma habitual hasta la hora de la comida. Estábamos mi equipo de trabajo y yo camino a un hermoso restaurante de la zona cuando de pronto, mi esposo me llama para darme una terrible noticia, de esas que no quieres ni esperas recibir jamás, y más aun cuando te encuentras lejos de los tuyos. Un primo mío muy cercano de apenas 27 años había fallecido. Creí escuchar mal, quizás a todos los que nos llamaron para avisarnos pasamos por lo mismo, esa sensación donde crees que te dirán que es una muy mala broma... pero David jamás diría algo así. “¡¿pero por qué, de qué?!” le cuestioné al teléfono. No sabían nada, nadie sabía nada. Le pedí que buscara a mi mamá para ver cómo estaba, dónde estaba, era su ahijado el que había fallecido. Yo llamé a mi hermano para avisarle. Todos estábamos en shock.

Volví a la mesa, apenas probé la comida, se me fue por completo el apetito. Regresé a la oficina, un miembro de mi equipo me dijo ”Ve a casa, debes estar con tu familia”. Tomé el teléfono y llamé a la agencia de viajes, cambié mi vuelo a primera hora de la mañana siguiente. Debía buscar a mi familia, saber cómo estaba mi madre, mi tía, mis primos. Abraham era hijo único.

Madrugué, el vuelo era muy temprano. En el trayecto aéreo cerré los ojos un momento y soñé que me decían que era mentira, que habia sido una falsa alarma y que mi primo estaba con vida. Supongo era mi etapa de negación haciéndose presente. Aterricé y fui por mi madre, ambas llegamos juntas a la funeraria y todo era una realidad, ahí estaba mi tia, con la mirada perdida, algunos primos comenzaron a llegar junto con nosotras, mi esposo también nos alcanzó. Pero dentro de todos nosotros en la familia, habia olvidado a una persona sufriendo de una manera muy diferente a la nuestra. Hacía tiempo no la veía, lloraba sobre el féretro. Aime, la novia de mi primo desde hacía más de 7 años.

En situaciones de tristeza y dolor de un ser querido, llámese amigo o familiar, incluso desconocido, solemos empatizar con quien pudiésemos compartir el tipo de dolor ya sea en el pasado (que nos haya sucedido a nosotros) o en nuestra imaginación (que creemos que pudimos haber sido nosotros). Mi tia vivía un duelo muy duro, era su hijo, su único hijo. Mi madre y mis otras tías lloraban desconsoladas y aprovechaban cualquier momento para ir a abrazarnos a nosotros, como si temieran fuertemente también perdernos. Pero aunque claro sabía que el dolor de mi tía era inmesurable, por alguna razón era a Aime a quien no podía dejar de ver. Es probable que yo no haya empatizado con el dolor de mi tia a su mismo nivel porque yo no tengo hijos y mi corta experiencia en la materia no me permite dimensionar el impacto, pero Aime perdió al amor de su vida, al hombre con el que creyó harían una familia y envejecerían juntos. Podía sentir su dolor y me asustaba el hecho de solo pensar en ponerme en sus zapatos. David se encontraba junto a mi, y no pude contener las lágrimas.

Me acerqué a Aime unas horas más tarde, quería decirle algo que le ayudara a sanar su difícil momento pero la verdad es que todas las palabras sobraron, no tenía la más mínima idea de cómo siquiera abrir la boca, mis miles de consejos, miles de ideas, razonamientos y lógicas no cabían en la funeraria, en ese sillon en el que Aime se encontraba. La vi a los ojos y lo único que salió de mi boca fue "no sé si hay algo que yo pueda hacer... ". No espere su respuesta: Escribe algo.

Durante días estuve pensando en cómo hilar una historia tan triste en algo que no solo dejara huella en el corazón de Aime sino en el del resto de nosotros, los que leemos esto y no queremos siquiera imaginar el dolor de que el amor de nuestra vida, nuestro compañero de aventuras, nuestro más fiel confidente, no volvamos a verlo nunca más. Y es que pocas cosas nos asustan tanto en la vida como las pérdidas, huimos de ellas, las evitamos, negamos y muchas veces hasta nos aferramos tanto con tal de no vivir el duelo de perder a alguien, pero justo como Albert Espinosa lo dice en su libro "Los Secretos que Jamás te Contaron": "Cada año haz una lista de las personas que hay en tu vida, pon las que te importan, las que son básicas para tu desarrollo. Ése es tu tesoro, tu energía, tus perlas... Esas personas, tarde o temprano, lo quieras o no, se irán... hay que comprender que desaparecerán." No importa qué tan maduros o ingenuos, viejos o jóvenes seamos, a todos se nos olvida la mayor parte del tiempo que, efectivamente, no siempre tendremos tiempo. Tiempo para abrazar, para decir, para ver, para oir, para siquiera sentir la respiración de esa persona que tanto nos importa. Esa persona, la que hoy nos llena de vida, tarde o temprano desaparecerá de nosotros y jamás volveremos a verla. David tenía la costumbre de que cuando discutíamos prefería irse a la cama sin hablar, yo le he peleé mucho ese hábito ya que le decía: "Tú aseguras que vas a despertar a mi lado, pero algun día esto no sucederá y te sentirás tan tonto por estos momentos".

De acuerdo, hasta aquí todo parece una historia bastante triste y una realidad que a nadie nos gusta, ¿cómo la vida puede ser así?... bueno, la verdad es que ese simple hecho no nos debiera entristecer sino hacer reflexionar si estamos haciendo lo correcto con nuestro tiempo, con nuestras palabras y con nuestros actos. ¿Estamos disfrutando la vida lo suficiente? ¿Estamos abrazando lo suficiente?

¿Y qué hay entonces de los que ya perdimos?... como el caso de Aime o de cualquiera de nosotros que sufre una pérdida, debemos de comprender que las pérdidas son parte de nuestra vida, ¡de todos! y nos enseñan más que cualquier otro acontecimiento, y aquí la parte más hermosa de todo: Esas personas que desaparecen de nuestra vida, realmente jamás se van, llegan a vivir dentro de nosotros. ¡Podemos quedarnos con una parte de ellos para seguirlos sintiendo y para que nos ayuden y se fusionen dentro de nosotros!. Tomamos lo que nos enseñaron mientras compartimos espacio con ellos, esos increibles consejos, esas risas que solo ellos podían sacarnos. Su vida misma fue una escuela para nosotros que tuvimos la dicha de vivirla junto a ellos. Y entonces agarramos el mensaje y hacemos de su vida un legado a través de nosotros. Los consultamos en nuestros sueños si queremos tomar alguna decisión y hasta compartimos con ellos nuestros logros, se los dedicamos al mirar al cielo y agradecemos por tanto que nos dieron, ya que a pesar de que hoy ya no están con nosotros, qué regalo más hermoso que el tiempo que nos dedicaron y que hoy nos hace ser mejores.

Aime, tu dolor me sigue dejando sin palabras, sin embargo quiero decirte que te guardo un profundo respeto y admiración por lo que te estás sobreponiendo. Y aunque ninguno de nosotros queremos pasar por ello y nos deshace el corazón solo pensarlo, es una realidad que todos, absolutamente todos, tendremos que enfrentarnos a la pérdida tarde que temprano. Pero Aime, luego de mucho recapacitar creo que tú tienes una misión en la vida, en la gente que te rodea, y esa es la que mi primo te ha encomendado. Hay un propósito, un para qué, un qué harás con este reto en tu vida... como yo alguna vez lo hice con Cada Martes.



Todos tenemos un mensaje en la vida, algo que solo nosotros podemos enseñarle al mundo, a nuestro mundo, a la gente que nos rodea y tocaremos sus vidas. Ya que aunque hoy hablemos de los que perdemos, nosotros algún día desapareceremos también y solo se quedará lo que compartimos con nuestro mundo, nuestra gente... ¡Asegúrate que ésa también sea una gran historia que todos quieran escuchar!.




Primo, Abraham, no tengo más que decirte gracias, por el ejemplo que dejaste en vida y por lo que nos llevamos de tu entereza y fuerza para los que acá nos toca quedarnos. Gracias... y hasta pronto.




martes, 5 de septiembre de 2017

El otro lado de nuestros enemigos


Todos en la vida hemos llegado a sentir odio por alguien que nos causó algún daño, quizás no duró mucho tiempo y rápidamente dimos vuelta de hoja, o tal vez no y lo hemos cargado por años. Quizás fueron nuestros padres, un hermano, algún amigo traicionero, una pareja mal agradecida, un delincuente que nos robó el auto o peor aún, que hirió a un ser querido. Sea cual fuese el caso, el rencor que llegamos a sentir hacia otra persona derivado de un acto a nuestros ojos injusto es en cierta medida normal y entendible. La rabia, el coraje, hasta el deseo de venganza no es más que nuestro dolor y tristeza exteriorizada en enojo. Estamos heridos. Ahora bien, siendo nosotros las víctimas de la situación y teniendo claras nuestras razones, alguna vez nos hemos detenido a preguntarnos "¿Por qué el otro hizo lo que hizo?, ¿Que pudo haber llevado a ese amigo traicionarnos, a nuestros padres a no ponernos atención, a nuestra pareja a engañarnos, o hasta a ese delincuente robarnos el auto a mano armada?"... lo sé, lo que hacen algunos parece inexcusable, pero no es mi punto justificarlos, sino el expresarles cómo al nosotros hacernos este tipo de preguntas podemos ir por esta compleja vida con menos carga y me atrevo a decirlo, ser más felices.

 

Si bien aunque jamás he sido muy religiosa, en algunos lapsos de mi vida tuve la inquietud de hablar con Dios y pedirle por varias cosas: exámenes en la escuela, salud de mis padres y uno que otro corazón roto de mi adolescencia. Pero jamás en mi vida mi fe había estado tan cuestionada como hace algunos años cuando una serie de eventos estresantes en mi vida dieron lugar casi al mismo tiempo. Pasé un difícil divorcio cuando pensé que esas cosas solo le ocurrían a señoras de arriba de los 40, no a una mujer de 25 que apenas empezaba a vivir su vida en pareja. Un año más tarde fui detectada con Cáncer de piel y fue justamente ahí cuando lo poco que me quedaba de fe se perdió... ¿Por qué? Bueno, es bastante obvio, en una mala racha es muy tentador enojarse con la vida, con Dios, con el destino o con lo que sea que creamos. El mundo es injusto, yo soy el bueno y he sido una cruel víctima de los giros que da la vida. Se acaban las bondades con el mundo, existe gente muy mala en él ¡y ésta debe pagar por sus acciones! Dios es vengativo (ingrese aquí el "¿por qué a mí?")... o simplemente no existe. 
Volviendo a mi particular dilema de joven divorciada, mi ex esposo tuvo algunas ‘áreas de oportunidad’ dentro de nuestro novato matrimonio. Me había engañado y maltratado por años. Me abandonó en medio de mi dolor, nos dejó a mí y a nuestra perra en la casa que recién habíamos adquirido la cual se debía toda. Me dejo no solo destrozada anímicamente sino endeudada y creo firmemente que gracias a ese estrés desarrollé mi enfermedad... perdí muchos kilos (bueno, eso estuvo bien), lloré varias veces por no poder pagar mis deudas, en algún momento tuve 3 empleos, en fin, el drama en su máxima expresión. Sobrevivía a mis intensos días cuando una persona religiosa se acercó en una reunión y me dijo "Tienes que perdonarlo"... ¿¡Disculpa?! ¿Acaso no escuchaste todo lo que te he contado? Yo no quería perdonarlo, ni siquiera me interesaba esa famosa 'paz', la verdad me agradaba más la idea de que él sufriera, que sintiera aunque sea la mitad de todo lo que yo sentía. Perdonarlo no era opción, por lo que cargué con ese enojo por 3 años.
He hablado del perdón antes aquí, he dicho que nos libera a nosotros mismos y que debemos enfocarnos en seguir adelante, sin embargo como dije al inicio, en este artículo quiero hablar de algo más difícil aún: Ponernos en el lugar del otro y no juzgar sus actos, aún y que estos nos hayan hecho un gran daño. Ok, de inicio esto suena tonto y si tienen algunos meses o semanas de que los lastimaron no espero me hagan caso, ¡yo no lo hice en años! (Tómense su tiempo)  ¿Cómo podríamos pensar que incluso el ser más malvado con su acto más malvado tenga una razón de actuar más allá de que son unos despiadados?
La otra noche mi esposo David y yo estábamos viendo una película que un amigo nos recomendó. Me había advertido que se tocaban temas de Dios a lo que de entrada no me sentía muy convencida de verla, sin embargo su insistencia que me tocaría el corazón me hizo darle una oportunidad. Si no la han visto, la película trata de un padre de familia de nombre Mack que pierde a su hija pequeña porque en el bosque un hombre la secuestra y asesina. Después de ello él se vuelve apático, frío, molesto con la vida, reclama a Dios sus penas y se hunde y asila en su dolor. Una tarde recibe una carta donde lo invitan a una cabaña en el mismo bosque en donde su hija había sido asesinada. La carta estaba firmada por Dios (en este punto casi apago la película). El hombre va escéptico y se encuentra con 3 sujetos que ahí viven, los cuales representaban a la Santísima Trinidad. Luego que los tres individuos le demuestran efectivamente que son reales (porque claro, primero hay una parte en donde él no cree lo que ve), comienzan los reclamos, casi como cualquiera de nosotros en un momento de crisis haría si tuviera a Dios de frente: "¿Por qué dejaste que ella muriera? ¿Por qué no la protegiste?". El resto del filme se desenvuelve en enseñanzas de vida, culpa y perdón (no diré mucho, vale la pena la vean), pero sin duda la parte que más me impactó y definitivamente tocó mi corazón fue cuando uno de los personajes le cuestiona a él por los juicios que ha emitido de toda la gente que lo rodea, incluyendo al hombre que asesinó a su hija (¿¡qué podría ser más difícil?!) y en base a ello discernir quién es malo, quién merece castigo, quién merece pagar.
¿No hemos estado todos en algún momento en el lugar de Mack? Reclamando a Dios y a cuanto Santo se nos ponga enfrente que cómo o porqué nos pasan ciertas cosas y claro, condenando a los responsables. En medio de nuestro dolor y de nuestra ira (entendible por supuesto) odiamos y pedimos venganza a quien se ha atrevido a herirnos a nosotros o a un ser querido. Lo etiquetamos como una persona mala, terrible, la peor e incluso nos atrevemos a reforzar lo que decimos al hablar así de ellos cada que alguien lo saca a flote.  Pero, ¿somos nosotros acaso los indicados en juzgar o etiquetar a alguien? ¿Alguna vez hemos pensado en ellos como personas que han sufrido o pasado por algo muy duro y que sus acciones son solo consecuencia de ello?
Una de las personas que la mayoría de nosotros tiene que aprender a perdonar con los años es a alguno de sus padres, especialmente si tuvimos uno estricto. Mi padre por ejemplo siempre fue duro conmigo y poco cariñoso. Durante mi adolescencia la verdad es que nuestra relación era muy mala. No hablábamos y me molestaba mucho convivir con él. Es necio, cuadrado, todas nuestras ideas son malas y a sus ojos no soy más que una joven que comparada con él, no sé absolutamente nada de la vida. Por muchos años preferí no convivir, quizás era más fácil alejarse que pensar que mi padre no era más que el resultado de una crianza todavía más antigua de disciplina a manera de golpes y gritos, donde tal vez a él tampoco lo dejaron expresarse ni opinar por ello cuando pudo hacerlo, simplemente replicó lo que le instruyeron. Ahora era él el dueño del conocimiento, y sus hijos, los ignorantes. Mi padre no era malo, simplemente nos formaba como a él le enseñaron que se formaban los hijos, y a eso le adherimos que él carga con sus propios síntomas de inferioridad con su padre, para el que quizás él nunca fue suficiente, por eso cada que puede, siente la necesidad de sentirse dominante y líder. ¿Culpar a mi abuelo por haberlo criado así? Bueno, también tendríamos que ver cómo lo criaron a él ¡y la cadena no terminaría! Nos toma muchos años entenderlos ¿cierto?... como bien dicen muchos, hasta que uno tenga que enfrentarse a ser padre perdona y valora a los suyos.
En la escuela primaria fui de las niñas que sufrían el famoso bulling, recuerdo especialmente a un par de niños que me molestaban los cuales yo juzgaba como malos, crueles (bueno, sí lo eran)... pasados los años a ambos les fue bastante mal, no concluyeron los estudios y han tenido problemas con la ley. Al principio me sentí reconfortada de que esa gente que me había hecho daño pagara sus acciones, sin embargo ¿qué sabía yo del ambiente en el que habían crecido? Sí, yo sufría bulling, pero llegaba a casa y mi madre me cuidaba, jugaba con mi hermana, salía de vacaciones. Esos niños no, estaban solos, desatendidos, en familias disfuncionales y su única manera de sentirse observados era llevando reportes a casa por indisciplina. ¿Quién era yo para juzgarlos? ¿O a sus padres por ser "malos"?
Todos tenemos una historia detrás de lo que mostramos al mundo y todas nuestras acciones están relacionadas a lo que hemos vivido y con lo que cargamos, los famosos "traumas" de la infancia, los corazones rotos, los descalabros. No elegimos el ambiente en el que nos desarrollamos durante los primeros años de nuestra vida.
Visto de este modo, la gente mala ¿es realmente "mala"? ¿o mala dicho por quién si no conocemos su historia? Su niñez, su infancia, su adolescencia... ¿Somos nosotros mismos tan buenos como pensamos?
No quiero decir que el hecho de que alguien sea malo justifica que ande por el mundo haciendo sufrir a los demás, lo que trato de decir es que todos tenemos una historia detrás y regularmente emitimos un juicio sin tener la más mínima idea de lo que esa gente ha vivido. No digo que con ello pasemos por alto sus faltas, sino que nos quitemos las tareas que no nos corresponde como juzgarlos o peor aún, vengarnos. ¿Y dejar que se salgan con la suya?... bueno como dijo Dios en esa película, "Nadie se sale con la suya", creo que todos tenemos que pasar por las consecuencias de las decisiones que tomamos. Si creen en el karma o no, no importa, puede ser porque todo se regresa o porque simplemente toda acción equivale a una reacción y cada decisión que tomamos, conlleva una serie de eventos que se desatan de él y a los que tendremos que hacerles frente.
No es justificar sus actos, sino que el ver más allá del simple hecho nos ayuda a lidiar con el dolor y el rencor, quitando con ello un peso de encima que solo los que hemos odiado sabemos de lo que hablamos. Si por el momento alguien no siente que esté listo para hacerlo, está bien, pero sin duda considérenlo para cuando el momento de reflexión llegue.

El sábado siguiente a que vimos David y yo la película, era mi cita en el salón de belleza, por lo que me levante más temprano de lo normal. Iba en mi auto cuando en un semáforo a mi derecha volteo y ahí estaba él, en el auto de junto, mi ex esposo, el malo, el terrible, el hombre que más me había hecho daño en mi vida, el que me había abandonado 3 años atrás. El que pensé que si alguna vez lo veía lo arrollaría con mi vehículo. Volteo a verme, vi su mirada diferente, no sé si era él o era yo que mi coraje e irá se habían aburrido y marchado de mí. Era de nuevo él, el que conocí hace 9 años. Ya sin la cortina de dolor me permití verlo quizás tal cual Dios hubiera querido, como solo uno más de sus hijos, uno de los especiales, de esos que han pasado por mucho y que necesitan más de su mano que yo. No era malo, creo que jamás lo había sido, simplemente era víctima de sí mismo, de su historia, como todos nosotros. Actuó con lo que tenía, con la inmadurez de su edad y muy seguramente con los conflictos de su niñez. Yo no era mejor que él, yo solo había vivido una historia diferente, y quizás había sido más afortunada que él, como con aquellos niños que me hacían bulling. Nos quedamos viendo un segundo pero pareció un minuto, creo que él pensaba lo mismo que yo, porque fue el primero en sonreír, le devolví la sonrisa, levante mi mano en señal de saludo y el semáforo cambio a verde y fui la primera en arrancar. No lo había visto a los ojos desde hacía más de 3 años en nuestra audiencia de divorcio, esa donde al final le dije que jamás me volvería a ver. Las cosas habían cambiado mucho desde entonces, yo me convertí en la mujer que jamás pensé ser y estaba felizmente casada con mi amigo de la infancia. Y él, bueno, creo que también está bien, la verdad no sé prácticamente nada de lo que ha hecho.
¿Se salió con la suya? Bueno, eso es lo interesante de esto que comento, no era mi tarea que él pagara por sus actos o no. Ni si él había sido bueno, malo, injusto, despiadado,... lo importante era yo, era centrar mi energía en mí, trabajar en mí, ver mis ‘áreas de oportunidad’ para ser mejor pareja la próxima vez, descansar y dejarle a Dios las tareas difíciles de juzgar, enseñar, dar una lección a mi ex, a mis padres, a la gente que me ha herido… De ahí en adelante, mi trabajo era yo, ¡y mi nuevo cabello rojizo!

lunes, 7 de agosto de 2017

CANCER: ¿Lección de muerte o de vida?


Jueves, acababa de regresar de un viaje de trabajo de tres días al Sur de México, estaba algo cansada pero tenía programada una cita con el Oncólogo. No es fácil pararse ahí, el ambiente siempre es frío y tus compañeros de sala de espera son generalmente personas con un cáncer muy avanzado. Yo había tenido suerte, hace dos años mi melanoma1 fue detectado en etapa II por lo que mi expectativa de vida se resumía en detectar de forma temprana una recaída. Fui con la secretaria y le entregué como cada revisión, el resultado de los estudios que con periodicidad me son indicados. Vi de reojo mi expediente, la indicación mencionaba “En vigilancia”. Era una buena noticia dentro de todo, significaba que mi salud estaba bien y que solo debía preocuparme por poner atención para actuar rápido si algo no iba bien. Volví a sentarme y salió del consultorio la paciente que estaba antes que yo en la lista, una señora mayor creo, aunque no sé qué tan grande era, su quimioterapia seguramente había acabado con sus cabellos y aunque tuviera 35 años, para mi parecería como alguien de 60. Me sonrió levemente, a veces pienso que no necesitamos hablar, sabemos que tenemos miedo pero nos sonreímos como diciendo “Entiendo perfectamente lo que estás pasando”. Era mi turno y esta vez no había ido sola, David mi esposo me acompañó. La mayoría de las ocasiones prefiero ir por mi cuenta ya que así quien sea que esté a mi lado, no tiene que vivir el estrés de entrar ahí y esperar no escuchar algún mal diagnóstico. Pero en esta ocasión David se ofreció a ir conmigo, no me negué y pensé que sería bueno él también escuchara los avances e indicaciones.
Todo transcurrió con normalidad, revisamos los estudios de sangre, los cd’s con los ecos y radiografías. Estaba limpia aún… siendo el linfedema2 el único rastro de aquella enfermedad, el cual sabía que no tenía cura pero ya con dos años me había acostumbrado a vivir con él, solo que en ocasiones sí extraño los tacones altos y estilizados, la hinchazón que me provoca esa enfermedad me permite solo usarlos unas pocas horas antes de que mi piel salga por todos lados. El doctor me preguntó cuándo había sido mi último PET-CT3 (yo llamo a ese estudio el “Túnel del Tiempo” ya que es una tomografía donde me inyectan líquido radioactivo y me meten a un túnel  durante media hora sin poder mover ni un musculo, ¡el tiempo pasa sumamente lento ahí!), le dije que hacía un año y medio, así que me dijo “Ok, es hora de programar el siguiente… aún estas con tu aseguradora de siempre ¿verdad?”… La verdad era que no, había cambiado de trabajo y por cláusulas inamovibles de las compañías de seguros, solo me cubrirían mi padecimiento dos años más o un millón de pesos (lo que sucediera primero). Cuando yo supe de estas letras pequeñas, primero me preocupé un poco, pero luego me tranquilicé pensando que como ya habían pasado dos años, seguramente una recaída sería aún menos probables y aunque así fuera, lo detectaría a tiempo y sería “barato” atacarlo con una operación. Le dije esto a mi doctor con toda la seguridad del mundo pero él no pareció estar contento con mi racional de “lo tengo todo bajo control”. “El tratamiento del melanoma reincidente es de 400mil pesos al mes, ese millón de pesos no te será suficiente. El melanoma es engañoso, si recaes es probable sea interno. Además son solo dos años más, aún podrías recaer en 3, 4 o 5… ¿No tienes otro seguro? ¿O ciudadanía americana que puedas comprar uno allá?”… Entré el pánico cuando me comenzó a hacer esas preguntas, la última vez que las escuché fue cuando recién me detectaron el mal y todos los doctores apresuradamente comenzaban a preguntarme si estaba asegurada y de cuánto era la suma. No supe qué contestar más que un “No, no tengo nada de eso”… me quedé en silencio un momento y después dije: “¿Realmente esa es la única solución? Son cantidades enormes de dinero que estoy segura un porcentaje exageradamente alto de la población no lo puede pagar… ¿Qué hacen todos ellos?”… “Se van a su casa” concluyó mi doctor.
Quizás los años y los miles de casos de pacientes enfermos han hecho a los Oncólogos personas muy frías, y aunque uno pudiera entender eso, es muy duro cuando es a ti a quien se lo dicen, no están hablando de una diarrea o de si tu perro es propenso al moquillo, es tu vida, es realmente todo lo que tienes en el mundo. Aguanté las ganas de soltarme a llorar y seguimos con las revisiones físicas. No quería voltear a ver a David, sentía que si lo hacía no podría contenerme. Concluimos la consulta, por ahora seguía limpia.
Crucé por la puerta y afuera de nuevo la sala de espera, ahora era otra señora quien intercambiaba “la sonrisa” conmigo, ella tenía cabello, quizás no había necesitado quimioterapia aún.
Salimos al pasillo rumbo a los elevadores del edificio y me solté a llorar, estaba muy asustada, David me preguntaba qué pasa. Nos sentamos en unos sillones y no quería hablar, no quería decir nada, estaba asustada, tenía miedo. Cuando por fin tomé algo de aire dije: “¿Sabes que en algún momento voy a tener que dejarme morir?”. Creo que contagié a David de mi depresiva actitud porque vi una ligera lágrima salir de sus ojos. La sensación de ese momento era difícil de explicar. Yo realmente en ese instante no tenía nada y estaba tan sana como un competidor de triatlón, pero la verdad me costaba encontrar las palabras para expresar que básicamente estaba muerta de miedo de no saber por cuanto tiempo iba a estar bien y más aún que cuando ese día llegara, tendría que dejar que me consumiera porque odiaba la idea de pensar en tratamientos que dejarían a toda mi familia en la quiebra. Si, estaba adelantándome mucho, mi probabilidad de recaer seguía siendo del 50% (es decir tengo las mismas probabilidades de reincidir y de no reincidir), solo que ahora ese 50% en mi mente se traducía en morir, ya no era de recaer o no recaer, era de vivir o no vivir. Ahí sí sonaba más espeluznante.
Una pareja pasó rumbo al elevador, el piso de Oncología y Quimioterapia no está lleno de globos ni adornos en puertas como el de Maternidad, por lo que a quienes te topas en los pasillos tienen dos tipos de semblantes en su rostro, o muestran una tranquilidad por la fe a la que se adhieren, o están fríos y cabizbajos como molestos con la realidad que les tocó vivir. La pareja se regresó al sillón en el que David y yo nos encontrábamos y solo así la señora me tomó la mano y me dijo que sí se podía y que no tuviera miedo. Ella llevaba las mejores intenciones pero la verdad solo me sentí peor. Más débil.
David me llevó a comer, esta vez no me importó nada y quise una hamburguesa para reanimarme. Durante la comida David me decía que no me preocupara en este momento, que nada estaba pasando, y que cuando ese día llegara buscaríamos qué hacer, pero que no había caso en sentirse mal ahora. David estaba 100% en lo cierto, seguramente es el mismo consejo que yo le daría a cualquier persona que llegara conmigo en esas condiciones, pero aunque tenía razón, en ese momento no quería razones coherentes, no quería consejos, no quería soluciones, quería llorar, desahogarme y sentirme triste unas horas. Luego sabría que habría recuperado la cordura y podría volver de nuevo a la oficina (todo esto ocurrió durante nuestro horario de comida). Pero ¿cómo podría culpar a David por sus consejos?, él estaba viviendo su proceso también, quizás lo que me estaba diciendo era en realidad un consejo para él mismo.
Una de las cosas que David dijo para tranquilizarme era que la vida en sí misma es frágil, que había un alto porcentaje de personas que mueren en accidentes automovilísticos y que quizás eso era más probable a una reincidencia mía. Si, tenía razón, pero esos eran los porcentajes de la población… no se siente igual a que te digan los tuyos, los de tu vida en particular.
Regresé a la oficina unos minutos después, debía atender una junta. Al llegar me direccionan la queja de un alto ejecutivo sumamente molesto porque habían movido su lugar en el estacionamiento, me pareció un tema tan tonto en ese momento… ¿cómo había alguien a quien le importara tanto esas cosas?... Tomé aire, no era él el que estaba mal, era que a mí me acababa de caer un balde de agua fría y por ende algunas cosas me parecían insignificantes… ¿la gente sabe siquiera que tiene vida y que sin ello todo lo demás es una tontería?
Necesitaba hablar de lo que me había sucedido ese día, busqué a mi mejor amigo José para tomar un café al salir del trabajo. Él entendió de qué se trataba, ya había ido conmigo algunas veces a recoger resultados antes. Cumplió su función de amigo y solo me escuchó quejarme y me dio un abrazo, me dijo que quería estar conmigo sin importar lo que viniera después. Me sentí tan afortunada de tenerlo.
Los días transcurrieron con normalidad y poco a poco la noticia dejaba de ser molesta en mi mente, una mañana me dije a mi misma: “Tengo que aprender a vivir con esto”… y entonces sentí como si me hubiera dado cuenta de algo en mi misma frase, tenía que aprender a vivir, con o sin esto, con todo y sin nada, pero el truco era aprender a vivir.
Hace dos años que mi historia en esto comenzó, y ahora que veo cómo me cambió la vida y la forma de ver ciertas cosas me pregunto: “¿Antes sabía vivir?”… ¿Cuántos de nosotros realmente sabemos lo que es vivir y no solo andar por la vida?... La gente que se queja, que lastima, que daña, que hiere, que no hace nada, que es un parásito que consume el tiempo y la energía de otros… ¿Ellos saben vivir? ¿Saben lo que tienen en sus manos? Me identifico y los entiendo porque en algún momento fui así, soberbia, fría, quejumbrosa, molesta con todo. Olvidando con mucha facilidad lo maravilloso que es simplemente estar viva.
El haberme dado cuenta que mi vida tenía límite de tiempo y que en efecto no existía ninguna garantía me sensibilizó a muchas cosas, a disfrutar más, leer más, conocer y aceptar a más gente. A proponerme que cada vida que tocara procuraría dejar una huella positiva desde que comencé a hacerme la pregunta de ¿cómo quiero que me recuerden?
Una situación así no nos sentencia a la muerte, NOS SENTENCIA A LA VIDA. Nos abre los ojos. Si, nos deprime pero también nos impulsa. Nos enseña que hasta ése momento habíamos desperdiciado mucho tiempo para disfrutar y ser agradecidos por lo que nos rodea. Es verdad que es muy triste pero también muy revelador. Da miedo, muchísimo, pero ante semejante situación por fin nos desnudamos ante lo inevitable: Morirás… ¿qué vas a hacer con el tiempo que te queda?





1 Melanoma: Es una grave variedad de cáncer de piel, causante de la mayoría de las muertes relacionadas con el cáncer de piel. Se trata de un tumor generalmente cutáneo, pero también del intestino y el ojo (melanoma uveal) y altamente invasivo por su capacidad de generar metástasis. Actualmente el único tratamiento efectivo es la resección quirúrgica del tumor primario antes de que logre un grosor mayor de 1 mm.
2 Linfedema: Se refiere al tipo de edema producido por una obstrucción en los canales linfáticos del organismo. Tal situación se produce por la acumulación de la linfa (compuesta por un líquido claro rico en proteínas y fibroblastos) en los espacios intersticiales (área existente entre las distintas células de un tejido), dentro del tejido celular subcutáneo. Obedece por lo general a un fallo o a una insuficiencia en el sistema linfático, y trae como consecuencia el aumento del volumen de las extremidades, en forma completa o parcial, y la desaparición de los relieves que por debajo de la piel se aprecian.
3 PET-CT: Estudio de medicina nuclear y tomografía computarizada se utiliza para detectar actividad cancerosa en el cuerpo del paciente.






martes, 4 de julio de 2017

Rescatando el Romanticismo


David y yo no somos precisamente la pareja más romántica que ha existido, y la verdad es que nunca lo fuimos. Nuestra historia de amor no comenzó como muchas, no hubo amor a primera vista y tampoco vivimos la etapa del “cuelga tu primero”. Las circunstancias de nuestra vida nos llevaron a otra forma de apreciar las relaciones. Yo era divorciada y él había salido de una relación que lo había marcado de manera no muy positiva. Aunado a ello, vivíamos en diferentes ciudades por lo que tampoco podíamos ir mucho al cine o a cenar más que una vez cada 3 semanas. Dada mi experiencia de ya haber vivido un matrimonio de esos en donde te casas y todo es maravillosamente nuevo (hasta ir a hacer las compras al súper), repasar ese tipo de vivencias no formaba parte de mis prioridades, más bien quería un compañero de vida, alguien a quien claro yo estimara, me agradara estar con él, me gustara y simpatizara con su forma de pensar, ver la vida y planear el futuro. Ese era David.
Mi amor perfectamente maduro caminó bastante bien los primeros meses, al grado de jactarme de estar por encima de los demás que viven solo de sus emociones, yo no… yo era racional y por ende inmune a los altibajos de una fugaz calentura o desborde de hormonas. Yo quería a David con todo mi cerebro... Nunca pensé que ese fuera un problema.

Con el paso del tiempo nos acercábamos a cumplir nuestro 2do aniversario viviendo juntos. Dos años de convivencia, también conocidos como “Los Terribles 2”. Si, tal como esa edad de los niños en donde se comportan sumamente necios, intransigentes y hacen muchas rabietas. Algunos matrimonios o relaciones de unión libre tienen su primera crisis igual de estresante a los dos años de unirse. ¿Por qué asemejar a esta etapa con la difícil maduración de un niño?, bueno algunos autores la llaman así porque digamos es cuando termina “oficialmente” la sección del enamoramiento y solo tenemos la realidad de frente. Ya no es novedad vivir juntos ni verlo vestirse cada mañana. Vemos sin vendas en los ojos a nuestra pareja casi tal cual es. ¿Y eso es algo malo?... pues no que sea negativo sino que una vez disipada la nube rosa del enamoramiento, muchas veces la realidad no es tan maravillosa, y la temible rutina comienza a hacer de las suyas. Sin embargo y en mi caso particular en donde había inteligentemente omitido el enamoramiento, ¿Sería capaz de salvarme de Los Terribles 2? ¿A qué podría enfrentarme si jamás tuve una venda en los ojos y siempre fui demasiado consciente de lo que estaba viviendo?
Acercándose nuestro aniversario y conforme los meses avanzaban, cada vez más sentía una extraña sensación de vacío y algo de aburrimiento. Sabía que quería a David y cada día lo procuraba aún más, pero como es común en las relaciones, con el tiempo desde las tareas del hogar, hasta el sexo se vuelven rutinarios sin que nosotros así lo queramos. Todo nuestro día a día comienza a formar parte de un guion establecido al grado que empieza a tornarse monótono. Yo tenía un trabajo absorbente, David también. Llegar a casa era dedicarle tiempo a pasear a los perros, tareas del hogar, hacer la comida del día siguiente, hacer algo de ejercicio y bueno, al llegar a la cama uno solo quiere dormir profundamente.  
A pesar de que no era culpa de David, la vida en pareja comenzó a parecerme no tan estimulante como al inicio, y mi manera de vivirlo siendo yo una mujer independiente y con una obsesión por pintarme el cabello de rubio, pareciera que mi crisis de “no quiero ser aburrida” comenzó a sintomatizar al incrementar mis visitas al salón de belleza. De la mano con lo anterior, me gustaba llamar la atención, ser vista y reconocida al caminar, por lo que invertí un poco más de lo habitual en un nuevo guardarropas. El tener nuevas prendas, nuevo cabello y nuevas uñas me dio algo de seguridad, por lo que la gente a mi alrededor parecía notar que me esforzaba en mi aspecto… todos menos mi esposo (o al menos eso yo sentía).
Me preocupaba que David ya no se sintiera atraído por mí, ¿ya se habría aburrido él también?...Luego de una plática con mis circulo de amigas en donde les expuse mi pequeño problemita, ellas sugirieron que yo tomara la iniciativa, así que aun y con mis kilos de más por ser una mujer de casi 30 años (si, no tenemos el mismo cuerpo que a los 20), tomé el papel de seductora, pero pronto sentí que era inútil. Mi esposo se quedaba dormido apenas tocaba la cama.
Posterior a mi fracasado intento de despertar pasiones, un siguiente síntoma se hizo presente. Empecé a escuchar canciones cursis de amor. Tendré que mencionar que a David NO le agradan las baladas románticas, así que yo solo las escuchaba cuando iba camino al trabajo. Cuando encontraba una que me encantaba, dejaba de lado que a David no le gustaban y se las ponía en la noche diciéndole: “Esta canción me hace pensar en ti”… pero no lograba que ni siquiera escuchara la letra. Hacia como que la oía, pero la verdad creo que fingía para no decepcionarme.
Mi hermano y su novia están al inicio de sus 20s y de su relación de noviazgo. Actualmente se encuentran en el pleno enamoramiento, y sus citas, fotos y aniversarios son llenos de corazones y cursis muestras de afecto. Una mujer como yo, donde antepuse la razón a la emoción, llegue a ver patético y algo inmaduro su actuar bajo la frase: “Asi somos todos a esa edad… luego despertamos”. Si, los critique duramente pero, ¿sería que yo quería volver a soñar?
Si alguna vez vieron la serie (no la película) de Sex and The City, recordarán que por ahí de la Temporada 6, Carrie sostiene una relación con un hombre algo mayor. Su nombre era Alexandr y aunque sí lo quería, él parecía ser demasiado maduro y calculador. Quería a Carrie pero ella con el tiempo comenzaba a aburrirse. El día en que terminan ella menciona una frase que se quedó en las fanáticas de la serie: “Soy una persona que está buscando amor. Amor real. Ridículo, inconveniente, apasionado, un amor en el que no se pueda vivir el uno sin el otro”. ¿Será que todas queremos vivir ése amor desenfrenado a pesar de que maduremos? ¿No importa si tenemos 15, 20, 30 o 40?... Si es así, entonces cuando criticamos a las jóvenes parejas románticas no somos honestas y en el fondo las envidiamos al asumir que el romanticismo ha muerto en nuestra vida. Solo escuchemos a una mujer mayor casada, la gran mayoría habla de su pareja como un viejo al que “soportan”. Llegan a conocerse tan bien y a convivir por tantos años que pareciera se resignan a despedirse para siempre del romanticismo. Es verdad, con los años las muestras de amor se traducen a muchas más cosas que en nuestra juventud no vemos, como por ejemplo el que nos apoyen en un proyecto de desarrollo personal o profesional, que nos ayuden a limpiar la casa o que cuiden a los hijos mientras salimos a tomar un café… sin embargo, ¿Por qué el romanticismo pasa a ser lo menos importante?
A pesar de que David y yo no tuvimos un inicio de relación lleno de chispas, al pasar el tiempo descubrí que no me había salvado de Los Terribles 2, solo estaba viviendo una crisis distinta. Yo no había tenido enamoramiento así que el shock emocional fue igual que haberlo perdido como la mayoría. Extrañaba las rosas aunque le había dicho a David que las odiaba.
Como dato relevante, es sabido por todos que la gran mayoría de las mujeres infieles (no justifico pero es parte de la estadística) no son atraídas por el sexo sino por la carencia de afecto. Otro hombre las corteja y tontamente las convence con eso que ellas ya no tienen: DETALLES, ROMANTICISMO, PROMESAS, ILUSIONES, PASIÓN. Entre las frases que una mujer infiel menciona es: “Mi esposo ya no me ponía atención”… Aunque claro, lo ideal hubiera sido que lo hablaran primero y no dejarse llevar por el flamante nuevo sujeto que conocieron en la oficina o el gimnasio.
Yo, aunque no había conocido a nadie y tampoco me encontraba en esa lista de mujeres que quieren encontrar el amor en otra cama, sabía que algo faltaba, así que cité a mi amiga Janet a un café.
Ya lo descubrí  Janet, ya sé que es lo que me ha estado pasando durante varios meses, ¡Extraño el romance!” le dije a mi amiga en nuestro tradicional café desestresador (algún día a la semana a la hora de comida nos escapamos de la oficina para ir por un Starbucks. Solemos hacer esto cuando el día va realmente mal o simplemente cuando sentimos que lo necesitamos). Tenía semanas platicándole a Janet que sentía que algo le pasaba a mi relación. Jamás dudé de mi amor por David, ni del cariño y respeto que le tenía, pero algo me ocurría. Constantemente fantaseaba con canciones románticas que alguien sin rostro me las cantaba con una guitarra y un hermoso traje azul. También veía telenovelas, películas, videos musicales en donde el hombre desea ansiosamente ya no digo tener sexo sino solamente abrazar a su mujer, besarla, acariciarla.
Consternada por mi descubrimiento y decidida a cambiar la situación, el viernes siguiente fuimos a cenar David y yo, y aunque la plática parecía tornarse como todas con temas de trabajo, tomé aire y le dije que había pensado mucho y que necesitaba decirle algo, solo que antes de abrir la boca comencé a llorar y no estaba en mi síndrome premenstrual (que realmente es la única parte del mes donde lloro cada que voy a decir lo que siento)… eso me decía que estaba hablando de algo realmente profundo en mi corazón. David no parecía entender lo que sucedía pero fui más direct (y dejar a un lado el suponer soluciones como las insinuaciones que a las mujeres nos encanta que nos lean la mente): “Extraño el romance”. A lo que David respondió: “Pero si nunca te han gustado las flores”. Era verdad, siempre me quejé de que eran un gasto innecesario y que lo mejor sería que me regalara ese dinero en comida, pero no se trataba del gasto elevado de unas plantas recortadas de un jardín, sino del hecho de que alguien las llevó pensando en ti. “Creo que nunca encendimos la chispa y nos fuimos directo a la relación” admitió David. Él pensaba lo mismo que yo, eso me tranquilizó.
Casi todos los que estamos casados o llevamos ya algún tiempo viviendo juntos sabemos que la relación con la rutina suele perder ciertas cosas que en algún momento les dedicábamos mucho tiempo. No es que ya no las queramos hacer, sino que nuestros labores involucran muchas más  actividades que en los primeros meses de nuestra relación. Esas flores, la serenata, las cursis cartas de amor, los aniversarios de meses, las idas al cine y el dedicarnos canciones. Hoy, aunque sabemos que amamos a nuestra pareja más que cuando era nuestro novio o novia, dejamos de hacer estos pequeños actos (o disminuimos considerablemente la frecuencia) porque digamos que tenemos muchas otras cosas que hacer como limpiar la casa, lavar la ropa, cocinar, ir al gimnasio, ir a trabajar, y bueno, si tenemos hijos esto hace la lista de tareas algo interminable. Estamos tan acostumbrados a dormir y despertar con nuestra pareja que pareciera que es una de las primeras cosas que damos por sentadas en nuestra vida. Somos amados y no es necesario hacer más. Terrible error que lleva a la debacle una relación. Como siempre nos dijeron nuestros padres, el amor es una frágil planta que hay que regar de manera diaria. El trabajo, los amigos, incluso los hijos son sumamente importantes, sin embargo no debemos olvidar ni dejar de lado que tenemos a nuestro lado a una persona que realmente requiere de nuestra constante atención para que permanezca floreciendo. El amor de pareja es el más fácil de perder, ¿por qué?... porque realmente no hay un lazo tangible que nos una como con un hijo, nuestros padres o hermanos. Es mera decisión, voluntad. Por eso la rutina es tan peligrosa, ya que una vez que dejamos se asiente, es cuestión de tiempo para que las cosas se sequen.
Y ahí lo entendí, no importa cómo empezamos nuestra relación, si con el desenfrenado enamoramiento como mi hermano y su novia con sus cartas y canciones, o como David y yo con la racionalidad al máximo. No importa qué tan inteligente seas, las relaciones de pareja nos gustan porque nos hacen soñar en un amor real, ridículo, inconveniente y apasionado. ¿A quién no le gusta que nos hablen bonito, nos digan que somos atractivos o nos lleguen con un detalle sorpresa a la oficina? No importa si eres hombre o mujer, tienes 20 o 40 años, las muestras de cariño nos estimulan y nos hacen sentir valiosos, apreciados, únicos. Aunque queramos negar su belleza menospreciándolas con comentarios despectivos y diciendo que son cursis o ñoños.
… ¿Qué pasó con nosotros luego de esa plática?... Bueno, el sábado David llegó con flores. Tal vez nunca va a cantarme con una guitarra en un escenario las canciones de Sin Bandera, pero escuchó mis necesidades y las tomó en cuenta… Es un excelente comienzo para seguir enfrentando Los Terribles 2, 3, 5, 10...

lunes, 29 de mayo de 2017

¡Auxilio!: ¿Me Puedo Enamorar de Otra Persona Mientras Estoy en una Relación?

El enamoramiento, ese intenso sentimiento apasionado en donde somos invencibles, maravillosos, perfectos. Las canciones toman sentido y de pronto el mundo es un lugar increíble. Esa persona ocupa nuestra mente todo el tiempo, ¡somos tan afortunados!, ¿quién no lo ha vivido ya?, desde que entramos a la adolescencia empezamos en esta travesía de desbordadas emociones. Algunas buenas, otras malas, sin embargo todas apasionadas... pero, ¿qué sucede si no es el mejor momento?, me refiero a que podríamos enamorarnos de alguien que está 'ocupado', o peor aun, enamorarnos nosotros cuando nuestro corazón ya se supone tenía dueño o dueña. Siendo el enamoramiento una emoción tan fuerte y arrebatadora, ¿es posible que esta nos tome por sorpresa? ¿o acaso nosotros queremos creer esto y fuimos quien le abrió la puerta?... ¿Elegimos de quién nos enamoramos?

Me casé muy joven la primera vez, y luego de un interesante matrimonio de apenas dos años, mi ex esposo me confesó se había enamorado de otra mujer (bueno, yo me di cuenta y luego él lo admitió). Me quedé fría cuando me lo dijo después de haberse dado un baño una mañana cualquiera de fin de semana: "Me enamoré de ella, lo siento, sólo pasó". Me hice muchas preguntas en aquel entonces, sin embargo la duda de ¿cómo pasó? fue la que más se arraigó en mi mente por años... fue mucho trabajo el llegar a una conclusión.


Mucho tiempo después, estábamos David (mi nuevo amor) y yo en medio de la cena cuando una plática llevó a la misma pregunta: "Laura, tu sabes que tu y yo somos muy diferentes, tenemos gustos distintos y sé que no soy el tipo de hombre que en un momento querías (David es músico, yo odiaba los músicos)... ¿qué pasaría si conocieras a alguien que cumple con todo lo que habías deseado antes y te enamoras de él?". La duda de David es entendible y casi todos nos lo hemos preguntado alguna vez, ¿Mi pareja se puede enamorar de alguien más?... bueno, la respuesta más obvia es que sí, claro que si, pero no le pongamos la etiqueta de 'soy solo una víctima de cupido' aún, si alguien se enamora de otro alguien, no fue magia, no fueron chispas, no fue 'sin querer'... en algún momento, en algún punto, aunque haya sido muy breve, esa persona tomó una decisión.

Por mi trabajo tengo que viajar a distintas ciudades del país, algunas veces por avión y otras por carretera. Cuando sucede esta última, por seguridad no lo hacemos solos y un compañero suele ir con nosotros, en mi caso es Rodrigo, un hombre que me lleva 10 años y que aunque muchas veces me parece muy 'joven' para su edad, en otras cosas he notado su madurez. Rodrigo en medio de los caminos de carretera me ha contado algunas anécdotas de su vida, sin embargo me ha llamado la atención cómo es que casi siempre concluye con alguna enseñanza que dicho evento le dejó, y por más que el suceso tiene altas y bajas, hay una frase que le he escuchado más de una vez: "Me considero una persona muy consciente de mis emociones, razón por la cual creo que las he sabido dominar y no ellas a mi".

El enamoramiento es un estado emocional donde ya dijimos, queremos todo, lo queremos demasiado, lo queremos ya y lo queremos solo para nosotros, pero ¿cómo llegamos ahí?. Bueno, como todo en la vida tiene un origen, y el de este loco estado emocional fue una simple atracción. Alguien, en algún momento llamó nuestra atención. Lo vimos en la escuela, nos lo presentaron en una fiesta, lo conocimos en el trabajo, pero empezó porque nos llamó la atención, nos atrajo, y esto de la atracción si no tiene nada que ver con una elección. ¡Nos gustó y ya!

Lo he hablado en otros artículos, la atracción existe, es natural y se da estés casado, soltero, divorciado, lo que sea. Pero entonces, ¿cómo pasamos de la atracción a un: "¡ups!, estamos enamorados"? Bueno, he aquí donde entra la conciencia y control de emociones. La verdad es que en algún punto decidimos dejarnos llevar. "El proceso de enamoramiento suele comenzar con una atracción física inicial hacia otra persona. A continuación, se potencia con una atracción personal y se dispara definitivamente cuando se presenta un conocimiento o sospecha de que existe reciprocidad en la atracción". No es lo mismo que alguien llame nuestra atención a que comencemos a propiciar encuentros, coincidencias, pláticas encaminadas a conquistar o que nos dejemos llevar por el coqueteo de la otra persona. Aquí volvemos al juego de las emociones conscientes como lo decía Rodrigo. No es mas que sabernos humanos y sabernos controlar.

Aquella cena con David la concluí con una frase: "Puedo conocer al 'hombre perfecto', pero será mi decisión el que algo suceda o no... y a estas alturas de mi vida prefiero optar por la tranquilidad y la estabilidad".

En conclusión, ¿es posible que nos enamoremos de otra persona mientras estamos en pareja?... si, es posible pero solo si nosotros lo permitimos, la clave será ser conscientes de nuestras emociones, aceptar la atracción como algo natural y posteriormente pisar tierra y dejarla pasar. No propiciar conversaciones o actos que hagan que un cruce de miradas se convierta en un flechazo y luego nos metamos en problemas de los que nos cueste mucho trabajo salir. No ocurrirá de la noche a la mañana, seremos nosotros quien le demos entrada.

... ¿y si nuestra pareja se enamora de alguien más?... bueno, está de más que les diga que no pasó de la nada, nuestra pareja así lo decidió y no hay mucho que hacer.

Mientras más seamos amigos de nosotros mismos y mejor conozcamos nuestros sentimientos y la manera en que las emociones funcionan, mucho mas fácil será dominarlas y con ello nos evitaremos problemas. ¡Es hora de tomar las riendas de nuestra vida!

Laura Franco

lunes, 8 de mayo de 2017

¿Deberíamos Confesar las Infidelidades?

La otra noche estaba viendo (por como 10ma vez), la película de Sex and The City 2. Era una de esas noches en donde no tenemos mucho que hacer así que yo misma elegí en Netflix ver esta exageradamente femenina entrega. Estaba sin prestar mucha atención a la historia que ya conocía cuando una escena el particular llamó mi atención. Si no la han visto, todo el trama (desde la serie hasta las dos películas) gira en torno a un grupo de amigas teniendo sus aventuras en la búsqueda del amor. La protagonista de nombre Carrie, es una mujer no tan joven que para este segundo filme ya está felizmente casada con el hombre que durante todos los episodios persiguió. Samantha, una de las 4 amigas, obtiene la oportunidad de ir a una increíble ciudad en el medio oriente junto con el resto de las chicas, y el resto de la película se da en este ambiente. Carrie, en medio de un mercado de la localidad, se topa con un antiguo amor, un ex novio, ese hombre atractivo y con el que por alguna razón su relación no dio frutos. Tentada por la situación, Carrie acepta una salida a cenar con Aiden, ¿qué de peligroso tiene eso no?... bueno, la cosa se pone intensa cuando ella misma comienza a esmerarse digamos demasiado en su atuendo, valla que va muy sensual a la cita. La cena transcurre con normalidad, ellos comparten cómo han ido sus vidas los últimos años, y de pronto, la escena se vuelve intima y ambos se funden en un beso apasionado de medio segundo... ok, la verdad fueron como 2 segundos, justo cuando Carrie se arrepiente y huye del lugar dejando a un confundido Aiden. Carrie vuelve al hotel con el resto de sus amigas para (como lo haríamos cualquiera de nosotras) en sentido de urgencia le aconsejen qué es lo que debe hacer. Ella entra en pánico y sus amigas le piden que se calme, Carrie quiere llamar a su esposo para decirle lo que acababa de suceder, pero el resto de las amigas se cuestiona si es una buena idea el mencionar ese hecho. Di un trago al café que me estaba tomando mientras veía la película y me pregunté realmente: ¿Deberíamos confesar las infidelidades? 

Ok, guarden sus armas, sé que lo ideal es que esto NO sucediera y todos muriéramos fieles hasta de pensamiento. Es muy mal visto en nuestra sociedad el que alguien traicione la confianza de quien nos ama, ¡y con justa razón!... Eso significa que estamos rompiendo un pacto, una promesa y por ende casi condenamos el futuro de cualquier relación. Y aunque en nuestro mundo ideal esto es lo más conveniente, si ya pasaste los 25 años ya te has topado con que la vida y las relaciones están llenas de matices y ninguna es perfecta (aunque las fotos de Facebook nos digan lo contrario).

Durante la misma escena, Miranda (otra chica del grupo quien había sido engañada por su esposo en la primer película, con el cual después se reconcilia) cuestiona en el momento "Después de haber sido engañada por Steve y luego que todo se aclaró, me preguntó: ¿Valió la pena el dolor?"... Es una pregunta difícil de contestar, sobre todo si como yo, alguna vez hemos estado en esta situación, esa en la que nos enteramos que nuestro amado tenía otra cama... ¿Nos sentimos mejor al enterarnos?. Se nos cae una venda de los ojos y conocer la verdad siempre es mejor, sin embargo también se pierde mucho y difícilmente se recupera. Pero bueno, cuando la verdad llega pues llega y hay que actuar... sin embargo la pregunta sigue en el aire, no es lo mismo que nos enteremos a que alguien venga y nos la confiese... esta última tiene muchos más matices de los que creemos.

Puedo con seguridad presumir de que tengo una excelente comunicación con mi esposo, David es muy receptivo y regularmente es alguien que me hace re-pensar mis ideas y aceptar otras realidades. Una noche de copas, de esas que te quedas en casa con música del celular conectado a una bocina y una botella de alcohol, David y yo conversábamos del tema, y entre pláticas me preguntó: "Si te gustara alguien, ¿me dirías?". Mi respuesta fue tajante: "¡Claro que no!". David hizo una mueca, por lo que le devolví la pregunta: "¿Y tu me dirías?"... Se rió y respondió: "Por supuesto que no". Los enamorados dirán que esto no debe suceder en primer lugar, sin embargo la realidad de las parejas longevas no me dejaran mentir al aseverar que después de años y años de trabajo en equipo, seria ir en contra de nuestros instintos naturales el que nadie, ninguna sola vez, nos llame la atención... La atracción está en nuestros genes, es parte de nuestro comportamiento y tampoco significa que seamos unos pecadores. Ahora, no con ello se trata de que porque alguien nos encantó vamos a ir a besarnos con él o ella. Decía mi madre que la diferencia del fiel y el infiel es quien lleva a la realidad sus deseos carnales, a quien le falló el autocontrol. Ahora, imaginemos que David tiene alguien que le llama la atención en su trabajo y decide confesarlo conmigo, ¿cómo creen que yo voy a sentirme con esta noticia?... Ojo, David no ha sido infiel ni ha tenido nada que ver con ella, solo que por la culpa que siente se abre conmigo y hace de mi conocimiento que sus ojos han volteado a ver a otra parte. No me esta pidiendo que haga nada, que diga nada, solo que lo sepa y que lo perdone. Podríamos pensar que David es un buen hombre sincero porque no pudo mantenerme un secreto, pero... ¿y si nos detenemos a pensar porqué David lo confesó?... ¿para que yo no fuera traicionada?... ¿o para quitarse un peso de encima? 

Hace varios meses llegó a mi página principal de Facebook una liga con un articulo el cual hablaba del tema y enfatizaba el porqué NO debíamos confesar una cosa así; la autora recalcaba que era porque se trataba de un acto meramente egoísta, aunque parezca todo lo contrario. ¿Porqué confesamos algo que hicimos mal?... Aunque podemos celebrar que si hemos llegado hasta este punto de dudar es porque efectivamente aun tenemos una moral que nos hace sentir mal por algo que hicimos (peor sería que pensáramos que fue una gracia y que no pasa nada), el haber cometido un error de este tamaño nos hace sentir sumamente culpables, cargamos con una piedra en nuestra espalda y simplemente ya no podemos con ella. ¿Qué hacemos entonces?... ¡Claro!... Hay que compartir la carga. Entonces confesamos y es como si le dijéramos a nuestra pareja: "La regué, ten, carga ahora tu con la piedra", y así le provocamos un muy mal momento a la otra persona que sin deberla ni temerla, debe llevar en su espalda nuestro error.

Reitero, esto no significa que la infidelidad está bien y que debemos practicarla y solo tener cuidado que no nos descubran. Por supuesto que no. Pero me gusta pensar más allá, más de lo que simplemente está bien o mal sino el porqué hacemos o actuamos de cierta manera. Ahora, si no quieren tener que pasar por este dilema de si confieso o no confieso, simplemente absténganse de verse involucrados en estas situaciones y así todo será mas sencillo. Todos nuestros actos tienen consecuencias y si bien cometimos un error y no lo confesaremos por aquello de no herir a la pareja, cargaremos con esto nosotros y de alguna manera nos pesará o correremos el riesgo de que de igual forma alguien se entere... es simplemente más fácil no meterse en estos líos.

Entonces, ¿Carrie confesó?... hizo caso omiso de lo que sus amigas le dijeron y llamó a su esposo John esa misma noche. Al mencionarle el incidente del beso él colgó la llamada y no cruzaron palabras por días. Ella entendió que debía darle su espacio, lo había ofendido. A su regreso volvieron a tocar el tema y las cosas se arreglaron... aunque es una película, en la vida real seguramente él se lo recordará cada que peleen.

Somos libres de hacer lo que queramos pero jamás seremos libres de las consecuencias de ello. Creanme que funciona mejor no complicarse la existencia... aunque si ya cometieron algún error de este tipo, nunca es tarde para aprender del hecho y retomar el camino.




lunes, 17 de abril de 2017

Las Ex de mi Pareja: ¿Enemigas?

Estaba devastada, sabía que mi relación había terminado y que no había nada que pudiera hacer para salvar mi matrimonio. Justo en medio de mi dolor y de la nada, una parte en mi cabeza comenzó a completar un rompecabezas que por años había permanecido sin terminar. Su nombre era Mariana, era la ex novia de mi futuro ex esposo. Conocía la historia de ambos bastante bien desde la versión de mi entonces pareja. Alan era el novio guapo y seguro de si mismo y Mariana, la novia obsesionada con él y que jamás pudo olvidarlo. Yo conocí a Alan 5 años antes a esa noche de llanto. Él me dijo que no tenía novia claro, pero que hiciera caso omiso de los mensajes que pudiera leer en su Facebook de una tal "Mariana", ya que ella era su ex novia psicópata y celosa la cual dejó. Por meses vi fotos de Mariana en varios lados, siempre que me topaba con ellas me imaginaba cómo ella podría destruir mi entonces perfecta relación ya que, como Alan decía, ella era capaz de volver a buscarlo con tal de separarnos. ¡Que arpía! 

Desde ese día y hasta esa noche, 5 años después, Mariana era un fantasma en nuestra relación y una enemiga en mi cabeza, a pesar de que por 5 años realmente jamas recibí un mensaje o una llamada de ella. Pero el rompecabezas se había terminado de armar cuando me enteré que Alan tenía otra mujer y yo, yo era ahora la esposa psicópata y celosa la cual él estaba a punto de dejar. 

Una vez descubierta la mentira principal, otras tantas comenzaron a brotar, y entre ellas, la verdad sobre la relación de Mariana y Alan hace 5 años. En aquel entonces Mariana no era la ex de Alan, era su novia de hecho... y yo, bueno, yo era 'la otra', esa mujer que lo quitó de sus brazos, la que se interpuso en su vida y sin escrúpulos le robó a su hombre... todo sin yo tener la más mínima idea, claro, porque por años Mariana era la que estaba 'loca'. 

Tenía que hacer una llamada, tenía que buscar a Mariana y pedirle perdón, 5 años después de haber sido partícipe de algo que muy seguramente la lastimó y yo ni enterada estaba. Me sequé las lagrimas, la busqué en Facebook y con muchos nervios le envié un mensaje bastante largo. Luego, me quedé pensando: ¿Porqué la odiaba tanto? ¿Era ella realmente tan mala como siempre creí? Si jamás tuve una prueba de eso, ¿cómo me atreví a juzgarla tanto tiempo?... ¿No es increíble cómo nosotras mismas, las mujeres, nos convertimos en nuestras propias y más fuertes enemigas?

Alguna vez lo hemos escuchado y hasta sentido. Una amiga muy cercana comenzó a salir con un hombre casado el cual le juraba ya no dormía con su esposa porque ya estaban al borde del divorcio. Isabel obviamente le creyó y lo defendió a capa y espada: "Ya no la quiere Laura, esta en la misma casa solo mientras encuentra un departamento para rentar y mudarse". Lo gracioso era que el peculiar sujeto ya tenía 6 meses 'buscando' el famoso departamento (como si no hubiera un sin fin de lugares a donde mudarse en una ciudad metrópoli), cuando nuestro sentido común nos dice que si realmente queremos salir de un lugar, no necesitamos pensarlo mucho, ¡agarramos nuestras cosas y a volar!... ¿Pero qué hacemos las mujeres primero?... La interminable competencia con otras mujeres y la vieja costumbre de hacer santos a ciertos hombres: "Ella no lo valora, lo desprestigia, no se arregla y no lo atiende". 

Pareciera una historia de nunca acabar, conocemos al tipo casado, comprometido o con novia y utilizan el mismo discurso: "mi pareja no me entiende", "ya estoy a punto de separarme", "sigo con ella por los hijos", "ya no dormimos juntos". Lo más lógico sería creer que el que no entiende y debería separarse es él y su egoísta comportamiento... pero por más increíble que parezca, muchas optamos por creerlo inocente y de forma inmediata poner como enemiga a otra mujer. ¡qué injusto! ¿porqué hacemos eso? ¿porqué entre nosotras mismas nos echamos tanta tierra mientras los hombres hasta sus infidelidades se encubren?


Era martes por la noche, habían pasado dos años después de aquel mensaje de disculpas por Facebook. Le había pedido a Mariana verla en un lugar céntrico. Ella se dedicaba a planear bodas y yo estaba por casarme de nuevo con mi amigo de toda la vida, así que utilicé esa excusa para verla, para por fin conocerla, ver de frente a esa mujer que por años critiqué y al final me disculpé. Yo estaba más nerviosa que una adolescente en una cita con el chico popular de la escuela. ¿Me saludaría de una manera fría? ¿cálida? ¿tocaremos temas de lo que nuestro pasado nos unía o solo nos limitaríamos al tema de la boda?... ¡¿qué tal si me cachetea apenas me ve cruzar la puerta?!. No sé muy bien como pasó ni quien fue la que empezó, pero nos dimos un cálido abrazo como si conociéramos muy bien una a la otra. Con el paso de los meses Mariana no solo me ayudó a planear mi boda sino que nos hicimos grandes amigas. Claro que tocamos temas del pasado, ella me contó sus versiones de lo que había sucedido hace 7 años, hechos que yo desconocía por completo, y que, aunque para esas alturas ya no tenían mucho significado, con cada conversación y anécdota más se incrustaba en mí la enseñanza de que siempre existe más de una versión de cualquier hecho en nuestra vida, y creer solo una es como haber visto solo la mitad de la película y con ello querer interpretar el final. 

Mi pareja actual obviamente tiene pasado y claro, ex parejas en su camino, sin embargo con la experiencia que tuve terminé de comprender que, al hablar de "ex's", las únicas enemigas que tenemos somos nosotras mismas al alimentar nuestros miedos e inseguridades en acciones o actitudes de otras personas que honestamente, muchas veces hoy por hoy ni nos hacen en el mundo... y bueno, que de paso también no hay que creerse todo lo que una cara bonita nos dice, siempre hay más de una versión de la misma historia, incluso de las que nosotras mismas contamos. 

Hace un par de semanas vi a Mariana para tomarnos unos cocteles en un bar después del trabajo. Mientras platicábamos de nuestro día casi no podía creer cómo habíamos llegado hasta aquí y lo lejos que muchas veces nosotras mismas estamos de madurar y hacer equipo con las de nuestro género, dejar de ser las primeras en lanzarles piedras, sino ayudarlas a levantarse cuando caen.


martes, 28 de marzo de 2017

Los 3íos

Verano del 2014, un antiguo amigo que vivía cerca de casa de mis padres organizó su boda en la playa. Yo tenía algunos meses de haberme divorciado, por lo que estaba en mi época de libertad (o libertinaje mejor dicho). No tenía mucho dinero pero tampoco muchos límites. Vivía sola con mi perra Katy, y mis salidas eran algunas veces citas ocasionales sin sentido y otras, insaciables búsquedas del amor. En este viaje a la playa al que improvisadamente me colé, tenía un plan macabro que buscaba llevar a cabo a como diera lugar. Un chico que siempre me había gustado (que también era soltero) asistiría, por lo que era mi oportunidad para misteriosamente conquistar su corazón aprovechando que íbamos a tomar algunas copas... y que además yo llevaba un fabuloso traje de baño.

Mi plan misterioso fue mas bien desastroso ya que fui sutilmente rechazada con todo y la fina lencería que había decidido utilizar y que con tanto esmero elegí unos días antes. Con mi moral y autoestima destrozada y una tremenda resaca, regresé a la ciudad y al día siguiente, fui a trabajar dotada de suero. Aun sentía en mi espalda el rechazo playero que había vivido cuando de pronto, un amigo muy alegre y fiestero que tenía muchísimo sin ver hacia su insistente pregunta la cual repetía cada dos o tres semanas: "¿Ya lo pensaste?, Diana sigue puesta". No era nuevo en mi celular recibir ese mensaje de Benjamin en donde, con palabras diplomáticas, me proponía asistir a una 'fiesta privada' en su casa en un hermoso fraccionamiento de la ciudad. Solo estarían él y su esposa... Si, fue mi invitación a un trio.

Jamás había sido de mi interés participar en dicho acontecimiento, la verdad no me imaginaba en semejante escena además que me parecía incómodo, razón por la cual rechacé a aparecer en esa 'película' varias veces... pero ahora era diferente, yo había vuelto de la playa con más hambre de con la que me había ido, además como ya dije, realmente haber sido rechazada en mi lencería negra había afectado mi autoestima ¡tenía que recuperarla!. Así que, aún cruda dije "Pues qué más da"... y accedí a visitar a la moderna pareja.

Salí de la oficina y manejé hasta su casa, al llegar casi pude ver cómo el vigilante de la entrada me veía con ojos de prostituta, ¿era mi conciencia?... Llegué al lugar, una entrada fascinante, el jardín, la fuente... la vida los había tratado bien, Benjamin tenía un excelente puesto en una importante empresa de la ciudad, y su esposa era la típica ama de casa joven que pasa todo el día entre el gimnasio y el café con las amigas... Y yo... Bueno, estaba más nerviosa que cuando perdí mi virginidad en aquella habitación adolescente. 

Me ofrecieron una copa de vino pero yo todavía traía resaca playera de esa que te dura como tres días. No quise tomar nada pero quizás debí hacerlo para agarrar valor.

Intentamos platicar pero el ambiente era obvio, mi visita tenía un motivo y yo temía mencionarlo. Diana rompió el hielo "Bueno pues, a lo que venimos" dijo en tono de burla. Yo no quise verme tonta y sin experiencia (aunque era obvio que así era), así que con seguridad dije "Pues yo estoy bien con esto que vamos a hacer, solo ustedes que estén de acuerdo ya que son una pareja y  no quisiera tuvieran problemas", "No te preocupes" me interrumpió la atractiva mujer "Tu serias la tercera persona con la que hacemos esto". Me quede en shock... ¿Era esa una dinámica normal de pareja? ¿Cuando la rutina llega es hora de innovar con este tipo de prácticas? ¿Es peligroso para la relación?

Todos alguna vez lo hemos pensado y quien diga que no miente, ¿nos atreveríamos a invitar a una tercera persona a la cama con nuestra pareja?, a la mayoría nos asusta lo que pueda suceder después o incluso en el momento, nos da miedo no saber si podremos controlar el ver a nuestro amor intimando con alguien más, o también si eso se va a convertir en una futura infidelidad, ¿qué tal si ella es más bonita o mejor que yo? ¿Se enamorarán y se verán a escondidas? ¿De ahora en adelante jamás estaremos solos y siempre tendremos que invitar a alguien? ¿Mi relación está destinada al fracaso de ahora en adelante?

Caminamos a la habitación, el pasillo era largo y las reglas claras "Todos debemos disfrutar y si alguien no lo está haciendo, puede detener todo en el momento que así lo desee", era la única condición, no estaban prohibidos los besos siempre que el otro quisiera. ¡Era una locura! ¿En verdad estaba pasando? La escena comenzó, pero sinceramente sentía que estaba en un programa de cámara escondida y alguien saldría diciendo "¡Caíste!"... era irreal. Durante todo el tiempo me la pasaba volteando a ver a Diana y pensaba que ella detendría todo en cualquier momento al llegarle un ataque de celos, pero jamás sucedió, ella parecía bastante cómoda y yo, bueno, no quiero ofenderlos pero realmente era demasiado lo que transitaba por mi mente que me costaba mucho trabajo concentrarme. Benjamin era por supuesto el menos incómodo... pero, en medio de todo este loco y extrovertido momento me pregunté ¿Hay algo malo con la relación de Benjamin y Diana? ¿Están acaso locos?... Estoy segura que se lo preguntan al leer la anécdota.

Una vez tuvimos en la familia un problema por una prima que dijo fuertes ofensas a su madre la que había estado cometiendo muchos errores de intromisión (era muy metiche y se involucraba demasiado en la vida de sus hijos y mi prima había explotado)... Todos juzgaron a la joven de grosera pero yo le dije a mi madre "Vaya que al menos ella sí se atrevió a decir lo que todos pensamos"... claro, quizás no lo dijo de la mejor manera, pero al final solo se abrió.

Hubo una época que estaba enamorada de un compañero de la oficina hace muchos años. Él no parecía corresponderme y yo tampoco hacia público mi sentimiento hacia él, pero era inevitable soñar por las noches que lo besaba de manera apasionada. "Cualquiera que despierto se comporte como lo hiciera en sueños sería tomado por loco" dijo Sigmund Freud alguna vez, y tal como decía mi maestro de Psicoanálisis en la Universidad "Los sueños son realizaciones visuales de deseos reprimidos", tratamos entonces de decir que sí, yo ansiaba besar a ese compañero y sí, era tanto mi deseo que lo soñaba, pero al final tenía que reprimirlo porque no era correspondida, ademas que era del trabajo... No trato de darles una clase de psicoanálisis básico, solo busco enfatizar que al final todos tenemos deseos, sueños y fantasías, desde los inocentes besos hasta las pasiones desatadas... somos seres sexuales decía Freud.

Entonces, bajo el hecho de que simple y sencillamente somos humanos con ocasionales pero normales pensamientos 'sucios', ¿está mal que alguna pareja quiera innovar en su relación y tener una estrella invitada?... bueno, tendríamos que partir de la pregunta de qué es bueno y qué es malo, conceptos totalmente relativos y fuertemente influenciados por la sociedad y el tiempo en el que vivimos (hace años las parejas homosexuales se escondían y hoy, veo alegremente unos frente a mi aquí en el Starbucks), pero como dijo Diana "Tú serías la tercera", era una práctica común en su relación y tal como vi con mis propios ojos, no parecían sentirse incómodos. Al final, su regla era de hecho perfecta: "Todos debemos disfrutar y si alguien no lo está haciendo, puede detener todo en el momento que así lo desee". Quizás esa era también su filosofía de relación y si ambos estaban de acuerdo en tener la participación de un tercero (del genero que fuera porque alternaban), ¿quién podría decir que están mal si los dos están de acuerdo?... Llamarles disfuncionales es injusto porque, aparentemente funcionan como pareja y, ¿acaso todos nosotros no somos un poco disfuncionales en algún aspecto de nuestras relaciones?... el problema quizás es que ellos, como mi prima la grosera, hicieron público o realidad lo que unos solo lo guardamos en nuestra imaginación o en nuestros sueños para no ser tomados por locos, imprudentes o enfermos.

Samantha Jones en Sex and The City decía que los tríos solo funcionaban si tú eras la estrella invitada, ya que eras quien menos perdía, como yo al salir del lugar tal cual como entre, con las miradas sospechosas del guardia y como si nada hubiera sucedido a seguir con mi vida. Es cuestión de lo que estemos dispuestos a hacer y con lo que podamos vivir, si tu pareja está de acuerdo (y no solo por darte gusto), entonces no considero exista mayor problema, pero reitero, ambos debieran estar convencidos de hacer algo fuera de lo 'convencional', así como ser capaces de afrontar las posibles consecuencias de sus decisiones ya que no es cualquier cosa y siempre existe la posibilidad de que si no lo manejan con comunicación y entera confianza, se les puede salir terriblemente de las manos.

¿Están mal como pareja realizar este tipo de prácticas?... No si es lo que queremos, Si si nos están obligando (jamás perderse el respeto). No si no es nuestra única fuente de 'recreación' y Si si solo así podemos tener intimidad (debe existir ese momento de pareja en donde no se trata de placer sino de conectarse).

... Y bueno para cerrar esta irreal experiencia, les comentaré que no volví a repetirla ni tampoco volví a verlos (aunque supe que siguen tranquilamente juntos), esto pasó a convertirse en otro interesante capítulo de mi Cada Martes, una experiencia menos por vivir en mi check list de vida.

¡A vivir!... con consciencia claro

Laura

lunes, 13 de marzo de 2017

Los 30's y Nuestra Definición de Éxito

Cuando tenia 24 años, un amigo muy cercano estaba celebrando su cumpleaños número 30. Era una fecha especial por tratarse de "brincar" al tercer piso, motivos para festejarse sobraban, pero por alguna razón, Michel no estaba nada entusiasmado por irnos a cenar. Era inusual en él, siempre buscaba un motivo para que saliéramos, pero en esta ocasión, y más que se trataba de él, se rehusó a ir a ese increíble restaurante que habíamos reservado. No entendíamos porqué. 

No quise ser insistente aquel fin de semana, así que mejor optamos por un pastel sencillo en casa. Luego de relajarnos y de una manera totalmente informal celebrar su llegada a los 30, le pregunté cómo se sentía al respecto... Su respuesta no fue lo que esperé: "No sé Lau, me siento raro, no triste, no enojado, pero tampoco alegre. Me cuestiono muchas cosas de mi vida, de lo que he hecho y pensé que haría para este momento". En aquel entonces no me quedó muy claro, pero parecía que Michel estaba teniendo una crisis existencial de 'cambiar' de etapa en la vida... Cosa que no iba a entender claro, hasta que yo misma llegara a esta etapa... justo ahora, justo a mis 29.

Hay un interesante video circulando en las redes acorde a los tiempos de cada quien y cómo aunque tengamos la misma edad con algunos amigos, no pareciera que fuéramos al mismo ritmo. Es común que al llegar a esta etapa en la que se supone que debemos estar realizados, preguntarnos si estamos donde queríamos/pensamos que íbamos a estar, y en respuesta a ello, evaluamos nuestros siguientes movimientos. Hicimos una especie de plan de vida casi desde que nacemos. La mayoría ya sabíamos que íbamos a estudiar varios años, tener parejas, un buen empleo, casarnos, hijos, casa... fin. Pero conforme crecimos nos fuimos dando cuenta que la vida misma tiene la interesante y graciosa costumbre de darnos otro tipo de reveses, de mostrarnos otro tipo de historias que no teníamos en nuestro infalible lista... y ello, aunque algunas veces nos aleja de nuestro plan de vida, nos enseña partes de nosotros mismos que desconocíamos. 

Cuando tenía 14 años estaba segura que me casaría joven, tendría una casa, hijos, sala nueva y un delantal floreado para hacer la cena. Cuando tenía 26 (12 años después) sí me había casado pero también divorciado así que vivía en una fantástica serie de aventuras de una sola noche, tenía una casa pero la debía toda, no soportaba a los niños así que tuve perros, mi sala pues ya no es tan nueva y ni de broma me paro en la cocina a hacer un huevo (soy una terrible cocinera). Nada más lejos de mi plan inicial. Con lo anterior, me permití explotar cualidades que desconocía en mis misma (bueno, menos la de cocinar), pero no solo eso, también aprendí a que la vida tenía mucho mas que ofrecerme que una tradicional relación.

Habiendo comprendido esta lección del amor y las relaciones en mi vida, parecía todo estar en orden, todo hasta que entré en un nuevo mal que nos aqueja a los nuevos 'jóvenes adultos'... empecé a convertirme en una fantástica y moderna persona adicta al trabajo. A medida que avanzaba en mi profesión, las juntas hasta altas horas de la noche, las canas y los dolores de cabeza comenzaron a formar parte de mi vida. Después de todo, el ser exitosa era muy importante. Mi esfuerzo dio resultados y me dieron una Gerencia hace un año, y como si fuera un premio, este nombramiento incluyó las magnificas prestaciones laborales de: seguros médicos, auto, gasolina, etc. Hasta los ojos me brillaron, ¡era perfecto!... jamas pensé que fuera a tener tanto en tan poco tiempo... pero supongo que olvidé leer las letras pequeñas. 

Conforme las semanas pasaron, el nivel de exigencia crecía. Tuve que olvidarme de la hora de comer y darle la bienvenida a los working lunchs en donde con una mano sostienes tu tenedor, y con la otra, sigues respondiendo correos... Pero no era la única. Un día cualquiera, en una junta de esas que nos daban las 9 de la noche, volteé a mi alrededor y observé a mis compañeros. Todos estaban llenos de estrés, de angustia, con aspirinas en sus bolsillos. Nos llevaron galletas. Yo tomé un paquete y lo examiné. Volví a voltear a ver a mis compañeros, era como si nos hubieran alimentado para mantenernos vivos en una jaula. Empecé a fantasear que pasaría si renunciara, inmediatamente temí de perder mis 'beneficios' como el auto y el seguro.

Otro dia mientras con prisa conducía a una junta al otro lado de la ciudad, me tocó en rojo el semáforo. A mi derecha lo vi, un sujeto como de mi edad en un pantalón de mezclilla, comía unas frituras y escuchaba música en sus audífonos. Estaba a la espera del camión. Hacía mucho que no envidiaba tanto a alguien. Él, con sus probables deficiencias económicas, tenía algo que yo no. Era libre... y yo, una esclava de la vida que muchos llamarían 'exitosa'.

Tal vez no era mi puesto, tal vez era solo mi tipo de trabajo o de la Compañía, o quizás algunas Empresas así son, así nos enseñan a ser. A trabajar un mínimo de 10 horas diarias sin parar, solo para llegar a casa sin tiempo ni energía para hacer algo más que echarnos en la cama a ver el celular. Si somos afortunados hay alguien que nos tiene hecha la cena, pero si no, todavía es nuestra responsabilidad llegar a hacer la limpieza y la comida del día siguiente. Caemos en una rutina que no se me ocurre otra forma de verla como ESCLAVITUD moderna. No somos libres, nos dan algo 'renovable' (dinero) a cambio de lo que jamás podremos recuperar (nuestro tiempo)... Tenemos prestaciones y beneficios pero empecé a pensar que era como comprarte para que temas el quedarte sin ellos. No me malinterpreten, ¡trabajar es bueno para nuestro desarrollo y crecimiento personal!, pero, ¿cuánto tiempo realmente le estamos dedicando y qué estamos dejando de lado? ¿hemos entrado en una carrera sin final de dejar ir nuestros mejores momentos en miras de lograr el famoso 'éxito' que dijimos que tendríamos a nuestra edad? ¿estamos realmente haciendo lo que nos apasiona?... Si el dinero no fuera un problema, ¿estaríamos haciendo esto que hoy en día le dedicamos tantas horas?

Volviendo al punto donde inicié este Cada Martes, quizás sea mi proximidad a los 30 lo que me ha hecho evaluar mi vida, mi tiempo y lo mucho o poco que me quede de juventud. Lo pensé una vez y lo dije en voz alta: "Cuando tenga 39 (en 10 años)... ¿Voy a estar feliz al recordar que en esto me gastaba mi tiempo?".

Hace algunos meses una de mis mejores amigas que siempre se ha dedicado al arte, dijo que se tomaría un año sabático del trabajo de oficina para mejorar sus prácticas en escena (es actriz de obras de teatro). De entrada pensé que estaba loca y que su idea era hasta mediocre. Luego la vi en sus fotos, ella, ahí con su 'mediocridad', ¡era libre!, hacía lo que amaba aunque eso significara dejar de lado ciertos lujos, ella tenia en su rostro la mirada que debemos perseguir, ¡era ese el verdadero éxito!. 

Cuando conocí a mi esposo era común que me platicara de sus amigos los que yo llamé "hippies". No tenían mucha preparación académica y les gustaba tener trabajos que no les fueran muy exigentes. Obviamente los juzgué de flojos. Hace un mes fui a comer con ellos, le dieron un cuadro a mi esposo por su cumpleaños que una de ellas había pintado a mano. Era hermoso. Platicó que ahora se dedicaría a tatuar y que los fines de semana vendía sus obras de arte en una calle conocida de la ciudad. Hablaba de sus planes y de su vida con una libertad que ni yo, con mi auto y el seguro, podía pagarla. 

Acercarnos a los 30 años (o ya haberlos cumplido) por alguna razón casi nos obliga a evaluar nuestros pasos, planes y proyectos. La exigencia parece ser dura, nos presionamos por ya tener el auto, la casa, la maestría y el buen puesto... y si no lo hemos logrado, nos podemos sentir como en aquel cumpleaños de Michel... Pero es también en esta etapa de nuestra vida en donde parece que despertamos de muchos paradigmas y comenzamos a emitir nuestros propios juicios, lejos de lo que nos han dicho toda la vida. ¿No tener un auto está mal? ¿Un puesto administrativo en donde salgamos a nuestra hora nos hace mediocres? ¿Somos defectuosos porque no nos hemos casado? ¿Hay algo malo en no tener hijos aún?

No necesitamos renunciar a nuestro empleo y huir a vivir al mar (que tampoco estaría mal), lo que trato de exponer aquí es que hoy me parece una excelente idea esa de pintarse el cabello rosa, tatuarse esa maravillosa frase en la clavícula y salir a respirar el aire fresco que se siente arriba de la montaña. Al final, cuando hayan pasado los años y tengamos 40, 50 o 60, muy seguramente será mas gratificante recordar estos 30 como la edad en la que terminamos de amarnos y cuidarnos a nosotros mismos, donde aprendimos a escucharnos y a alimentar esa alma que solo se siente plena cuando dedicamos nuestro tiempo a lo que nos apasiona.

Tu tiempo es valioso, es tuyo, es único... úsalo para hacer historia con lo que solo tú sabes hacer mejor que nadie. 

Laura Franco


Enamórate de un Valiente

  Teníamos solo un mes juntos pero eso no era impedimento para las palabras, las promesas, las ideas, los sueños y las ilusiones. Me habí...