Un día entresemana departí unos
tragos con mi estimado excompañero de preparatoria Francisco, recordamos cómo
en aquel entonces nos hicimos novios con nuestras respectivas parejas, la
manera en la que sucedían las llamadas “declaraciones” en donde “¿quieres ser
mi novia?” era la frase más linda y más esperada que podíamos escuchar. Si
tenías suerte, un romántico beso en las bancas de un parque te hacían volver a
casa con la sensación de ser la persona más afortunada del mundo, claro…
estabas enamorada (o). Hasta hubo una temporada de “mantas” donde tu inocente
novio te escribía con aerosol en unos cuantos metros de tela blanca, lo mucho
que te amaba. Recuerdo la mía, rondaba el mes de octubre del 2004 cuando mi
primer amor la colocó en medio de Av. Garza Sada… ¡yo era la adolescente más
feliz del mundo! 10 años después y suponiendo que quiera conquistar al dueño de
mis insomnios, no estoy segura que ésa técnica de enamoramiento funcione… y volvemos a la pregunta de ¿qué aplica para
nosotros ahora siendo solteros de casi 30?
Mi respuesta es: ¡TODO!
El adulto refiere muchísimo más
que el adolescente; Crecimos y nos llenamos de experiencias muy buenas o muy
malas que nos hace ser miedosos respecto a dejarnos caer en sentimientos y
situaciones que salen de nuestras manos. Aprendimos a movernos en lianas, no
soltamos una hasta que estamos bien agarrados de la otra… Nos da un pavor
soltarnos porque conocemos el dolor de azotar el pavimento. Queremos aparentar
que nos manejamos con más seguridad en esta jungla del amor pero la verdad es
que por dentro estamos aterrados ya que conocemos las reglas del juego y
sabemos que el que se enamora pierde,… y ya ninguno de nosotros quiere perder.
Ya no nos abrimos tan fácil por
el miedo a parecer vulnerables; tenemos nuestros trabajos, nuestras maestrías,
nuestros autos y algunos con más suerte hasta vivienda… además sumémosle que puedes
tener una fantástica cita que termina en besos apasionados y ya no sabes si
preguntar si es serio el asunto o no, por el miedo a parecer ingenuo y claro,
vulnerable.
Pero a final de cuentas y lo que
mi experiencia me ha enseñado es que a pesar de que todos tengamos una máscara
de frialdad, libertad y orgullo, por dentro buscamos lo mismo: ser amados.
No tengo idea de si alguna vez
volveré a hacer con mis manos un regalo cursi e idiota, tal vez Luis tiene
razón, ya no aplican, pero las muestras de afecto clásicas siempre seguirán
vigentes así tengamos 40 o 50: una llamada en la noche, un mensaje durante el
día, un portarretratos personalizado para su oficina,.. y ¿porque no? una carta
de amor.
Es probable que mi llenísima base
de datos me advierta de las consecuencias de soltarme de mi liana y dar
muestras cursis e idiotas de amor, pero debe haber un loco igual que yo que valore
esas tontas cursiimagenes… y valga el riesgo de soltarme y dejarme caer por él.
“Aquella mujer que te dedica
canciones, te manda mensajes por las noches, que se preocupa, es atenta,
sincera, y fiel, que te dice que te quiere y que se traga su orgullo solo para
jugársela por ti, no se llama chica fácil, se llama mujer, con quien vale la
pena estar…”
¡Suéltate!
Laura Franco.
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